| Análisis | La propuesta hispano-franco-italiana |
El plan Zapatero y la papelera
La política exterior española no pasa por su mejor hora: con la misma mano con la que hace unos días estrechaba la del dictador Teodoro Obiang, el ministro Moratinos ha tenido que descolgar el teléfono para tranquilizar a su homóloga israelí sobre el plan de paz del que ha hablado estos días el presidente Zapatero. La ministra Tzipi Livni (cuyo padre, por cierto, ase-sinó en 1948 al cónsul de España en Jerusalén, junto a otros 85 inocentes, cuando era jefe de operaciones de la organización terrorista Irgún) se habrá tranquilizado de sobra. El plan de Moratinos es, de momento, un borrador con cuatro ideas insustanciales. De hecho, si Israel se ha quejado por boca de su embaja-dor en Madrid, Víctor Harel, no es tanto por el plan en sí como por no «haber sido con-sultados» antes de pronunciar esa incómoda palabra, «paz». Oyendo el tono intimidatorio que empleaba el embajador contra España, uno nunca diría que representa al mismo país que fue condenado ayer en las Naciones Unidas por la muerte de civiles inocentes en Gaza. O sí. Moratinos ha asegurado a Livni que «no hay nada en el plan que pueda molestar a Israel». Es completamente cierto. Los cuatro puntos que han trascendido son: alto el fuego, gobierno de unidad nacional palestino, entrevista entre Ehud Olmert y Mahmud Abas, y que la UE vuelva a abrir el paso fronterizo de Gaza. De momento, como iniciativa no parece muy ambiciosa. En un horizonte mítico estaría, eso sí, una repetición de la conferencia internacional de paz de Madrid de 1991; pero como esa conferencia de-pende exclusivamente de la voluntad los israelíes, de ahí los apuros de Moratinos por tranquilizarles y presentarlo todo de la manera más vaga posible. Por desgracia, la voluntad de los israelíes quedaba bastante clara ayer, cuando el ministro Lieberman (a quien se difama al considerarlo el «extremista» en un Gabinete que rebosa de ellos) proponía que sea el Ejército hebreo, y no precisamente la UE, el que retome los pasos fronterizos de Gaza mientras intensifica la violencia, por ejemplo matando a los dirigentes de ese Gobierno de unidad nacional palestino que propone Moratinos. Como Lieberman también ha dicho que no hay nada que hablar con Mahmud Abas, ahí van ya los cuatro puntos del plan hispano-franco-italiano; un plan éste que, en todo caso, Gran Bretaña ya insinúa que vetará en cuanto pueda. Zapatero va a tener que mostrar mucha más energía política si pretende que su iniciativa no acabe en la mayor papelera de planes de paz del mundo: la que guardan en su despacho, como un objeto sagrado, los primeros ministros israelíes tanto de un lado como del otro, de Ben Gurion a Olmert.