Un superviviente nato

Dick Cheney (Nebraska, 1941) ha pasado más de tres décadas recorriendo los pasillos del poder sirviendo a cuatro presidentes. Con su imperturbable gesto, con una permanente y cínica media sonrisa, no deja indiferente. Se ha ganado la fama de frío y calculador a pulso, de hombre gris que ha salido siempre adelante sin importarle las críticas que le han perseguido como una sombra. A los 21 años fue detenido dos veces en ocho meses por conducir borracho. La misma época en la que a pesar de ser un fiel defensor de la guerra de Vietnam hizo todo lo posible, y lo logró, para no incorporarse a filas, prefiriendo seguir como estudiante mediocre en la elitista Yale. Pero la mancha más negra en su expediente tiene que ver con sus años como má-ximo directivo de Halliburton, multada por saltarse el embargo comercial a Libia e Irán impuesto por Clinton y acusada de ganar contra-tos multimillonarios del Gobierno por los nexos de Cheney con la clase política. Ya en la Casa Blanca se ha visto en una incómoda posición en medio del debate sobre los matrimonios homosexuales -con una hija abiertamente lesbiana- y el escándalo por la filtración de la identidad de la ex espía Valerie Plame que ha llevado a uno de sus hombres al banquillo. Cheney ha reiterado una y otra vez que dejará el servicio público en el 2008, siempre bajo la duda de si lo logrará: le han dado cuatro ataques al corazón.