OPINIÓN
Pascua blues
BAILE DE rehenes, espías, defecciones, mercenarios, misiones relámpago, despliegues militares... La visión y la apuesta estratégica en el golfo Pérsico es un compendio de artes, buenas y malas, que una superpotencia puede llegar a desplegar. Y qué decir si se trata de la superpotencia... El 11 de enero, comandos especiales norteamericanos secuestraron en Erbil, en el Kurdistán iraquí a cinco funcionarios iraníes. Según Teherán eran simples diplomáticos. Nunca más se supo. El 4 de febrero, Yalal Sharafi, segundo secretario de la Embajada de Teherán en Bagdad, «acabó» dentro de un vehículo de EE. UU., cuando salía de un banco. El 7 de febrero, un pez gordo de los servicios de inteligencia de Irán, el general Alí Reza Askari, «desapareció» en Estambul. Las dudas sobre si fue raptado por el Mosad o la CIA, o si en realidad era un colaborador de ambas dentro del régimen de los ayatolás, ocupan a los analistas desde entonces. Askari fue el líder de los Guardianes de la Revolución en Líbano en los 80 y uno de los artífices de Hezbolá. Askari es un tesoro. En los últimos tiempos ha supervisado operaciones de sabotaje contra EE.UU. en Irak. Fácil llegar a la conclusión de que podría ser la prueba que estaría buscando la Casa Blanca para atacar Irán. Cuando el 23 de marzo 15 marinos británicos fueron capturados en la boca de Shatt el Arab, la partida se volvía apasionante. Y más cuando el 3 de abril el diplomático raptado en Bagdad regresaba a Irán, la víspera del regalo Ahmadineyad por Pascua. Seguirá.