OPINIÓN
El pícaro del Kremlin
«PADRE DE la democracia rusa». Cuesta escribir estas palabras sobre Boris Yeltsin. Pero es cierto que fue él quien, aprovechando el intento de golpe comunista del 1991, enterró la URSS con una arenga desde un tanque que parecía (quizá a propósito) el famoso cuadro de Lenin en la estación de Finlandia. A partir de entonces, y escarmentando en Gorbachov, Yeltsin no quiso quedarse corto. Rompió cuántos tabúes pudo, como cuando restauró la bandera el zar, cuyo túmulo funerario había volado él mismo con dinamita años antes como joven burócrata. Sobre todo, Yeltsin no se quedó corto con la economía, y lanzó el mayor experimento de capitalismo salvaje del siglo, con una apoteosis de corrupción por resultado. Aún así su pueblo siguió mirándole con benevolencia. Era como un pícaro simpático, un personaje de Chéjov. Hasta que su afición al vodka pudo con su afición al poder y su hígado le sacó de la política, y ahora del mundo.¿Padre de la democracia rusa? Sí. Quizá eso dé una idea de qué clase de democracia se trata.