Diario de León

| Crónica | Los «daños colaterales» |

«Sus aviones mataron a 18 miembros de mi familia»

Publicado por
David Beriain - enviado especial | panjawi
León

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«Si ustedes han llegado hasta aquí es porque nosotros los hemos escoltado y porque cada cien metros tenemos hombres bien armados. Los talibanes no se atreven a atacarnos porque somos demasiados. Pero no se equivoquen, esto es el frente. Hace una semana decapitaron aquí a uno de mis hombres. Se llamaba Mohamed Rahim Patsha, tenía 22 años». Bismullah Khan, el jefe de policía del distrito de Panjawi, señala con la mano el camino de arena y polvo por el que hemos venido hasta la aldea de Mohsan. Dieciocho kilómetros sorteando casas de adobe y fuertes militares de la OTAN al estilo del lejano Oeste que nos han llevado una hora. Este fue el escenario de la operación Medusa, la mayor ofensiva contra los talibanes que ha conocido Afganistán en los cinco años de guerra. Fue el verano pasado. Los insurgentes se habían hecho con el control de casi todos los distritos que rodean Kandahar y los gestionaban como un estado dentro del Estado, quemando las escuelas de niñas, decapitando profesores, imponiendo su ley. La OTAN lanzó su ataque, mató a más de 600 supuestos talibanes y recuperó el control del territorio. Está claro que ganó esa batalla, pero ¿se ganó esta tierra y a esta gente? A Alí Mohamed no. «Los aviones de las tropas extranjeras mataron a 18 miembros de mi familia con sus bombas. Seis mujeres, cinco niños y siete hombres», dice este jornalero. Él se salvó porque salió corriendo. Nadie se ha acercado a él para ofrecerle una compesación, pedir excusas o para reconstruir su casa. Cuando se le pregunta su opinión sobre las tropas de la OTAN o sobre los talibanes se encoge de hombros. Tanto le da uno como otro. Promesas incumplidas La OTAN aseguró tras la operación que su estrategia no pasaba sólo por matar talibanes, sino que se disponía a estabilizar el territorio e iniciar la reconstrucción. El Gobierno es lento y las oenegés no se atreven a venir porque los asesinatos están a la orden del día. De las 34 escuelas que tenía el distrito, sólo funcionan seis. Ninguna de ellas admite niñas. Hacerlo sería una invitación a los talibanes para que quemaran el centro y asesinaran a los profesores. «Dicen que la situación ha mejorado. Yo lo único que sé es que vivo en Kandahar y cuando vengo a trabajar a Panjawi tengo que hacerlo clandestinamente. Los talibanes amenazan en plena noche a mis maestros. Hace unos días me decapitaron a otro», dice Habi Bullah, responsable de educación del distrito. Bismullah Khan, el jefe de policía, nos sigue mostrando con paciencia las ruinas de guerra de Moshan, pero se le ve inquieto. «Debemos volver cuanto antes. Ahora los talibanes saben que estamos aquí y pueden intentar algo», dice. Bismullah cobra 30 euros al mes. Los talibanes que quieren matarle cobran 1.000.

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