Diario de León

| Crónica | Al son de «Asturias» de Albéniz |

La familia aprovecha el acto para sellar la paz

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Fernando Iturribarría - parís
León

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Nunca un traspaso de poderes en la cúspide de la Francia republicana había tenido tanto sabor español. El relevo de Jacques Chirac por Nicolas Sarkozy en el palacio del Elíseo estuvo amenizado por la Suite Española. La conocida obra para piano y guitarra de Isaac Albéniz (1860-1909) fue la banda sonora en la entronización de su bisnieta Cecilia Ciganer como 'primera dama' de un país de tradición monárquica fértil en reinas y emperatrices españolas. 'Asturias', quinto movimiento de la célebre partitura, puso rúbrica musical a la ceremonia de investidura en marcial interpretación de la orquesta de cámara de la Guardia Republicana. Enfundado su cuerpo de modelo en un vestido 'satén duquesa marfil' del modista Prada, Cecilia Sarkozy ofició de maestra de ceremonias en su recién estrenado hogar con mayor comodidad de la que presagiaban no tan viejos augurios. En mayo de 2005 había declarado a la revista 'Télé Star' que «no me veo de 'first lady', me aburre». «No soy políticamente correcta, me paseo en vaqueros, camiseta y sandalias. No entro en el molde», advertía la mujer que acaba de sorprender por su infidelidad electoral al no haber votado a su marido en la segunda vuelta de las presidenciales. Con los Sarkozy, el Elíseo abre las puertas a una de esas familias recompuestas, consecuencia de divorcios y nuevos matrimonios, tan numerosas en Francia. El acontecimiento, imposible sin el espíritu Mayo del 68 que el nuevo presidente pretende liquidar, estuvo ilustrado en la sala de fiestas palaciega por un grupo de cinco hermanos o hermanastros: Louis, de diez años, hijo de los nuevos inquilinos; Pierre y Jean, fruto de una primera unión del presidente; y Judith y Jeanne-Marie, nacidas del matrimonio de Cecilia con el presentador de televisión Jacques Martin. Aquella boda la ofició el alcalde de Neuilly, un tal Nicolas Sarkozy. El flechazo fue inmediato. Cuentan que dijo de la novia: «será para mí». Nada más finalizar el discurso de investidura, el flamante presidente se separó del pupitre de orador y se acercó a Cecilia. La besó en los labios y acarició la mejilla en la que brillaba una furtiva lágrima. Luego dio una afectuosa palmada en la cara a Louis y le dio la mano con una amplia sonrisa. El chaval había matado el tiempo de una espera, que no pudo disimular que se la hacía larga, contemplando el collar de gran maestre de la Legión de Honor que iban a entregar a su padre. Visiblemente intrigado, llegó a rozar con sus dedos las piedras preciosas hasta que el general Jean Pierre Kelche, gran canciller de la Orden, se acercó con su uniforme de gala a explicar a 'Sarko jr.' el símbolo de la función presidencial. El cambio de estilo, generación y forma de comportarse, evidente en la jornada inaugural de la nueva era, de momento se limita a las formas, menos rigurosas y más distendidas que en la chiraquista usanza. Dicen que a Cecilia ya le llaman en palacio 'Madame Veto', el mismo apodo al que se hizo merecedora María Antonieta antes de que perdiera la cabeza. Tres estrechos colaboradores de su marido en los últimos tiempos no le acompañarán al Elíseo por expreso deseo de la rencorosa ama de casa por supuestos golpes bajos. Entre ellos figura Laurent Solly, ex-jefe de gabinete de Sarkozy, al que le han encontrado acomodo como 'número tres' de TF1, la cadena de televisión propiedad de Martin Bouygues, compadre y testigo en la boda del flamante jefe del Estado. Un día dijo: «Cecilia es mi fuerza y mi talón de Aquiles». En la herida mana sangre española.

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