Diario de León

La acción provoca una macro operación policial con la detención de 275 miembros y 7 implicados

La secta Mungiki desafía al Gobierno de Kenia decapitando a seis personas La fiscalía rusa podría no corroborar la supuesta culpabilidad de Lugovói

Formada por jovenes de la tribu kikuyu se declaran herederos de los extintos mau-mau

Muestras de dolor de un padre al reconocer el cadáver de su hijo

Muestras de dolor de un padre al reconocer el cadáver de su hijo

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Isabel Coello - nairobi
León

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Casi 300 personas han sido arrestadas en Kenia en una gran operación policial contra un grupo ilegalizado que se sospecha está detrás de la decapitación de seis personas en los últimos días, unos crímenes que han conmovido al país. La policía informó de la detención de siete personas en conexión con las decapitaciones y de otras 275 personas sospechosas de pertenecer a «Mungiki», un grupo declarado ilegal por el Gobierno en 2002 pero que ha continuado activo desde entonces. Los crímenes tuvieron lugar en los distritos de Muranga y Kiambu, a unos cincuenta kilómetros a Nairobi. En el poblado de Kianjougu, un hombre que salió al baño en la madrugada del lunes fue el primero en toparse con el espeluznante hallazgo. «Con mi linterna vi una cabeza humana depositada en el tejado de mi corral», dijo Robert Mwangi al diario «Daily Nation». Mwangi alertó a la Policía, que descubrió el resto del cuerpo en la puerta de la oficina del jefe local, mientras horas después otra cabeza fue hallada empalada en un poste de teléfono y otros dos cuerpos en los márgenes de la carretera. Las víctimas eran trabajadores informales y pequeños agricultores sin aparentes vínculos con la asociación ilegal. «Es la guerra y vamos a pelear», dijo el ministro de Seguridad Nacional, John Michuki.«Estamos hablando de delincuentes muy peligrosos, pero la secta Mungiki será desmantelada», añadió. Pero operaciones similares anteriores no han logrado acabar con las actividades del grupo, que muchos creen que es secretamente apoyado por poderosos políticos y temen sea utilizado para perturbar las elecciones presidenciales previstas para el próximo diciembre. La semana pasada, las fuerzas de seguridad fueron puestas en alerta después de que se constatara la distribución de panfletos atribuidos a «Mungiki» en los que se llamaba a la juventud a unirse al grupo y prepararse para una revuelta contra el Gobierno. El término «Mungiki», que significa «multitud» en el idioma de los kikuyu -la tribu más numerosa del país-, designa a un grupo nacido a finales de los años ochenta entre los «desheredados» y las víctimas de la operación de limpieza de adversarios llevada a cabo por el entonces presidente, Daniel Arap Moi, que supuso para muchos la pérdida de sus tierras. Los jóvenes kikuyu sin empleo que hoy componen fundamentalmente la banda se declaran herederos de los mau-mau, la guerrilla que luchó contra el Gobierno colonial británico, y suelen llevar el pelo a lo «rasta». Y aunque el número de miembros de la secta es desconocido -ésta reivindica más de cuatro millones de integrantes pero no hay modo de contrastar dicha cifra-, sus actividades y su mensaje político «contra las clases corruptas dirigentes» han dejado claro con los años que no es una simple banda de delincuentes.

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