Desmontan el mito de un Reino Unido modelo económico para el mundo
La Gran Bretaña de Tony Blair es vista fuera como un modelo de crecimiento económico sostenido y de exitosa inserción en un mundo globalizado cada vez más competitivo, pero no es oro todo lo que reluce, según un libro de reciente publicación. Fantasy Island (Isla de Fantasía. Ed. Constable) es el título que Larry Elliott y Dan Atkinson, ambos periodistas económicos, han dado a una obra en la que desmontan con todo tipo de argumentos la leyenda creada en torno al milagro económico de Blair y de su ministro de Finanzas y próximo sucesor, Gordon Brown. Según los autores, Blair puede ser el más espectacular ganador de votos de la moderna historia política de este país, pero su legado es un país endeudado que busca desesperadamente cómo financiar el rol diplomático y militar global muy por encima de las posibilidades que se ha empeñado en atribuirse. Una de las «fantasías» de Blair y sus correligionarios que denuncia el texto consiste en creer que la decadencia del tejido industrial del país, que fue precisamente pionero de la revolución industrial, no tiene importancia. Gran Bretaña, reconocen los autores, tiene todavía una industria farmacéutica de primer nivel y gana una fortuna vendiendo armas a veces a regímenes «no demasiado apetecibles». Más de la mitad de las inversiones británicas en investigación y desarrollo van al sector farmacéutico y al aeronáutico, que son por otro lado los que tradicionalmente se han beneficiado de apoyo estatal gracias al Servicio Nacional de Salud y al ministerio de Defensa. Pero el déficit del comercio de mercancías, es decir, de los productos tangibles, superó el año pasado los 60.000 millones de libras (casi 90.000 millones de euros), lo que equivale al 5 por ciento aproximadamente del PIB, el mayor de la posguerra.