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Publicado por
JAVIER FERNÁNDEZ ARRIBAS
León

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A PRIMEROS de julio, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, pasará unos días en Estados Unidos con el presidente, George Bush. ¡Qué bien! No. El mundo ha evolucionado hacia el entendimiento y atrás quedó la guerra fría y la amenaza nuclear de destrucción mutua asegurada que preservó la vida del planeta tierra, aunque la crisis de los misiles en Cuba en 1962 estuvo a punto de hacer saltar todo por los aires. Cayó el muro de Berlín, el régimen soviético y las necesidades económicas y sociales obligaron a los nuevos dirigentes rusos a un entendimiento forzado con Occidente. Pero ahora Putin ha recuperado el Estado de la Federación rusa que se diluyó en manos de las mafias en tiempos de Boris Yeltsin. Con férrea dictadura y un precio alto del petróleo ha saldado su deuda internacional y ha comenzado a librarse de las ataduras financieras occidentales plantando cara a la iniciativa de Estados Unidos de instalar bases en Polonia y en Chequia con el todavía impredecible escudo antimisiles, además de otras instalaciones militares en Bulgaria y Rumania o a la crisis de Ucrania. La respuesta ha sido la prueba de misiles RS-24 con un alcance de 8.000 kilómetros y cabeza nuclear múltiple. Putin hace así las cosas, no se preocupa demasiado por una diplomacia sutil. Al revés, la demostración de fuerza crea cierta preocupación, sobre todo por el atrevimiento y la eficacia. ¿Se acabó la luna de miel entre Estados Unidos y Rusia? Esta semana el encuentro de los ministros de Asuntos Exteriores en Postdam no resultó fructífero. Las diferencias entre Moscú y Washington tienen otro punto destacado: el programa nuclear de Irán y la negativa rusa a los deseos norteamericanos de ejercer una presión mucho mayor y de todo tipo al régimen de los ayatolas. En este punto, la pinza de China y Rusia ha paralizado algunos planes belicistas de los neocon de la administración Bush. El imparable incremento de la influencia económica de China sigue alertando a muchos sectores en Estados Unidos. Europa, mientras tanto, despierta con Angela Merkel y Nicolás Sarokozy, pero ha perdido mucho tiempo y energía. Precisamente, tiene un desafío estratégico y vital que resolver: su dependencia energética exterior, en gran medida de Rusia. El mundo anda demasiado revuelto. Sin ser demasiado alarmistas, Putin y Bush tienen la cita del G-8 y la de julio para, al menos, rebajar la escalada armamentística y el cambio climático. Nos va mucho en ello, a todos.