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León

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El sistema anti-misiles que EEUU pretende desplegar en Europa del Este, que será uno de los temas que dominarán la cumbre del G8 esta semana, se basa en un modelo que por ahora tiene una eficacia dudosa. Crear un escudo anti-misiles fue una promesa electoral de George W. Bush en 2000 y tras ganar las elecciones emplazó al Pentágono a levantar esa muralla invisible en la costa oeste de EEUU, con vistas a un posible ataque de Corea del Norte. Pero tras un gasto de miles de millones de dólares, su efectividad es cuestionable. Hasta ahora se han realizado diez intentos de destrucción en el aire de un misil y de ellos cinco han fallado, pese a que se conocía su trayectoria y velocidad. El último fracaso se produjo la semana pasada, cuando el Pentágono lanzó un proyectil desde la isla Kodiak en Alaska, pero éste no llegó a la zona de defensa, donde debían haberlo derribado los interceptores, según informó la Agencia de Defensa de Misiles, que no contó ese ejercicio como una «prueba» del sistema. «El escudo no funciona y me sorprendería mucho si lo hiciera alguna vez», dijo Jeremy Shapiro, un experto de la Institución Brookings, un centro de estudios independiente. «Este tipo de sistema refleja la creencia de los estadounidenses en una solución tecnológica para crear invulnerabilidad», añadió. Desafío técnico Se trata de un gran desafío técnico, pues es como acertar a una bala en su recorrido por el aire, y además «se enfrentará a una amenaza que se adapta» y que podría encontrar formas de burlarlo, dijo Shapiro. El sistema requiere de interceptores múltiples por cada objetivo, por lo que los diez proyectiles que EEUU pretende instalar para 2012 en República Checa, dirigidos por un radar en Polonia, podrían intentar neutralizar un ataque limitado. En ningún caso podría acabar con las sofisticadas ojivas de Rusia, pero aún así su presidente, Vladimir Putin, ha puesto el grito en el cielo y ha descrito el plan como una «amenaza directa» a la seguridad de su país. En términos técnicos, los expertos consultados coinciden en que el sistema antimisiles, tal y como está planteado, no supone ninguna amenaza para Rusia, sino que tiene como misión proteger a EEUU de un eventual ataque con misiles de Irán. Como efecto secundario, también defendería a una parte de Europa, pero no a todo el continente, pues dejaría fuera España y Portugal, por ejemplo, según Shapiro. Ese es uno de los problemas del proyecto, pues viola el principio de que Europa sea protegida por igual. Mientras, Europa del Este ve en la iniciativa una vía para estrechar sus relaciones con Estados Unidos y salirse de la órbita rusa, según los expertos. Eso es justo lo que a Rusia no le gusta.

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