Diario de León

| Crónica | El calvario para huir de Gaza |

El exilio delujo de Samira yRaida

Tres palestinos heridos son obligados a desnudarse por los israelítas antes de permitirles pasar

Tres palestinos heridos son obligados a desnudarse por los israelítas antes de permitirles pasar

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Laura L. Caro - ramala
León

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Las «hijas de la revolución» se estremecen de furia en el sofá del hotel amenazando con dejar para el arrastre el bolso de Dolce & Gabbana que as separa cada vez que una de ellas relata lo que les hizo Hamás. Lo de «hijas de la revolución» es cosa suya. Lo del bolso de genuino sello italiano, una ostentación nunca vista en manos de una palestina de Gaza, que lleva instintivamente a pensar si no habrá sido comprado con los millones de dólares que en se escabulleron en las cuentas de los prohombres de Al Fatah durante sus Gobiernos de corrupción. Porque Samira Al Tayih, la dueña del bolso, es una de los quinientos vecinos de la franja vinculados a la cúpula del movimiento «moderado» y aliado de Al Fatah a los que Israel permitió graciosamente el sábado escapar de la trampa de Gaza para ir a Ramala. Mientras otro millón y medio de civiles -sin dinero, sin carné político, sin pase especial- se quedaba tirado detrás de ellos maldiciendo su suerte de pobres, muchos con tanta indignación que se lanzaron contra la frontera en su desespero para exigir que también les dieran oportunidad de huir. Este lunes continuaban todavía allí. Pero Samira cojea de dolor en la pierna derecha, observa luto riguroso y tiene un drama en la cara que explica sin palabras el medallón de oro que le cuelga del cuello con el retrato grabado a fuego de su marido. Porque Samira también ha pagado su precio en la desquiciante locura palestina: hija de un hombre Ibrahim Brageeth, «asesinado en 1994 por Israel en Chipre» -relata-, es la viuda de un oficial de Inteligencia de Al Fatah, Dshade Al Tayih, cosido por 70 disparos de Hamás el 15 de septiembre de 2006 cuando viajaba por Gaza en su coche. El mismo que los encapuchados islamistas fueron a quitarle la semana pasada, cuando entraron en su casa del barrio más acaudalado de la capital, -«al lado de la Autoridad Nacional Palestina», aclara un punto arrogante-, saquearon las habitaciones y acribillaron las fotos de su esposo muerto. «No les di las llaves del coche, me amenazaron con volar medio edificio, pero nunca hubiera permitido que se lo llevaran porque tiene la sangre de Dshade». En el forcejeo llegó el golpe que le hace arrastrar la pierna. «Israel tiene la culpa, porque en vez de matar a los líderes de Hamás sabiendo quiénes eran les dejaron llegar al poder para que hicieran esta guerra: es una gran conspiración, la jugada perfecta de Israel para disolver la causa palestina, -acusa Raida-, y el precio lo pagamos todos: sangre, sangre, sangre...».

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