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| Reportaje | La historia negra de los EE.UU. |

La CIA tuvo que recurrir a la mafiaen su afán de matar a Fidel Castro

La agencia de inteligencia norteamericana saca los esqueletos del armario al decidir desclasificar más de 700 documentos secretos que dan otra forma a parte de la historia

Publicado por
Mercedes Gallego - nueva york
León

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Según Fabian Escalente, el jefe de la inteligencia cubana que se ha encargado de proteger la vida de Fidel Castro, han habido 683 intentos de asesinarle, desde los famosos puros explosivos hasta el empleo de métodos a lo James Bond y el uso de «femmes fatales». Entre estos rocambolescos intentos se encuentran algunos que figuran entre los más de 700 documentos secretos desclasificados el pasado martes por la agencia, que en su desesperación llegó a recurrir a la mafia. «Si sobrevivir a intentos de asesinato fuera una categoría de las Olimpiadas, yo me llevaría la medalla de oro», ha dicho el octagenario comandante de la revolución cubana. No parece que exagere. Son tantos los intentos frustrados que en Cuba corre la superstición de que su nana haitiana lo protegió con magia negra. Algunos de los que han confesado haberle puesto en la mira del fusil, como Osiel González, vicepresidente de la organización del exilio Alfa 66, han acabado convencidos de que el mandatario cubano tiene al menos un sexto sentido para evitar la muerte. Tan imposible ha sido la misión que según le dijese el ex secretario de Estado Henry Kissinger al presidente Gerald Ford, el propio John F. Kennedy consultó con el autor de James Bond para encontrar la fórmula mortal. En la nueva partida de documentos desclasificados gracias a una petición judicial que data de 1992, se detalla cómo el funcionario de la CIA Richard Bisell se puso en contacto en agosto de 1960 con el coronel Sheffield Edwards, de la Oficina de Seguridad, para saber si tenía algún contacto entre las bandas de ganster que le ayudara a llevar a cabo «una misión delicada» cuyo objetivo resultó ser la muerte de Castro. Sin huella En esa oficina Robert Maheu propuso el nombre de un presunto miembro de la mafia, Johnny Roselli, que dirigía los negocios de Las Vegas en aquéllos días en los que Frank Sinatra cantaba en los casinos. La idea era no dejar huella, y mucho menos rendirle a la mafia la oportunidad de ganar influencias en el gobierno y poner a la CIA contra la pared, así que Maheu se hizo pasar por el contable de una compañía hotelera que decía estar sufriendo fuertes pérdidas económicas por culpa de las medidas de nacionalización adoptadas al triunfo de la revolución cubana. Entre los muros del Hotel Hilton Plaza de Nueva York, el falso agente de la CIA ofreció al capo de la mafia 150.000 dólares por matar a Castro. Según los documentos conocidos como «Las Joyas de la Corona», a Roselli se le iba a «dejar claro que el gobierno de EEUU no estaba, ni debería estar al tanto de la operación». Parece que el capo de la mafia se resistió al encargo, pero al final accedió a presentarles a un amigo cubano llamado Sam Gold, el alias que encubría a Momo Salvatore Giancana. Ni éste ni Roselli aceptaron dinero alguno por la operación, lo que dice mucho del efecto que había logrado ya el carismático líder cubano incluso entre sicarios sin escrúpulos del crimen organizado. Gold planteó que matarle con armas de fuego resultaría problemático, por lo que sugirió administrarle algún tipo de píldora en la comida o bebida. Para la misión la CIA preparó media docena de píldoras letales que se entregaron a un funcionario cubano dispuesto a traicionar al comandate, Juan Orta, que había recibido pagos de la mafia relacionados con el juego. Al hombre que debía matar a Castro le embargó el miedo y la superstición tras varias semanas de frustrados intentos y «se echó para atrás», dicen los documentos, pidiendo que se le relevara a cambio de proponer a otro candidato. Finalmente la agencia dice que la misión se suspendió debido al proyecto de invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961, pero en el documental británico «683 formas de matar a Castro», en el que participó el jefe de la inteligencia cubana aparecen, se pueden encontrar, en sospechosa casualidad, las píldoras letales transportadas hasta el dormitorio del mismísimo comandante por una de sus amantes, Marita Lorenz. La leyenda dice que cuando Castro las descubrió estalló en cólera y le entregó a la mujer su propia pistola para que le disparara, pero ésta se derrumbó en lágrimas y no fue capaz de apretar el gatillo. Entre «las joyas de la corona» que ha brindado la CIA tras tantos años de presión hay, como su nombre indica, muchas piezas valiosas que resultan poco halagüeñas para la agencia, como ya adelantó su director, Michael Hyden, al anunciar su desclasificación el jueves pasado. Periodistas, historiadores, activistas y seguidores de las teorías de la conspiración buceaban ayer entre los documentos compilados en 1973 a petición del gobierno de Ford para que los examinase de forma confidencial la Comisión Rockefeler del Congreso. Hoy basta con poder acceder a la dirección www.foia.cia.gov Además de los intentos de asesinatos de líderes extranjeros, los estadounidenses se han encontrado con el espionaje interno de los grupos de activistas que buscaban anular la segregación racista en los estados del sur, la infiltración de agentes entre los pacifistas contra la Guerra de Vietnam, la interferencia del gobierno en la correspondencia privada que iba o venía a países comunistas como la Unión Soviética o China -incluyendo la de la actriz Jane Fonda- y hasta experimentos médicos en ciudadanos para medir los cambios de conducta entre la población. Todo un suculento cofre de huesos que servirá para dar forma a la historia más negra del país.

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