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La «agencia» fichó a farmacéuticas para experimentar el control mental a base de fármacos

Publicado por
M. Gallego - nueva york
León

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Asesinar a líderes extranjeros y espiar a sus propios ciudadanos, pese a estar vetada desde su concepción para conducir operaciones internas, pueden no ser los mayores pecados que haya cometido la CIA. El nuevo paquete de documentos desclasificados revelan que la agencia de inteligencia fichó a la industria farmacéutica para probar en seres humanos medicamentos para controlar la mente que no podían ser comercializados por sus efectos secundarios. Para estos experimentos clasificados con el sello de 'Sólo para tus ojos', que impide hacer copias o sacarlos del departamento, los conejillos de indias humanos no fueron voluntarios. Es más, ni siquiera sabían que la CIA les estaba drogando para observar cómo se modificaba su conducta. Y no sólo era su propio gobierno el que lo hacía, sino también sus propios jefes. Uno de los casos más notorios fue el de Frank Olson, un experto de la CIA en guerras bacteriológicas que murió en 1953 al saltar desde la ventana de un hotel, nueve días después de que se le administrase un tipo de LSD en una bebida que se le sirvió después de la cena. Dos décadas después el presidente Gerald Ford se disculpó ante su familia y la indemnizó con 750.000 dólares. Ese mea culpa ocurría dos años después de que el gobierno pusiera fin al programa de «experimentos de control mental» que dirigía Sidney Gottlieb, una especie de doctor Mengele a la americana, cuya existencia prueba que las técnicas de la Gestapo no es lo único que EEUU copió de los nazis. Gottlieb se retiró al cierre del programa y murió en 1999, por lo que nadie podrá profundizar en lo que sabía. Entre los «sujetos involuntarios» que fueron usados para sus experimentos se encuentran numerosos miembros de las Fuerzas Armadas cuyos nombres no aparecen identificados ni tampoco se describe cuáles fueron sus reacciones a los fármacos que se les aplicaron. Sólo se sabe que el origen de sus males estaba en «Edgewood», dicen los memorandums, que los expertos han determinado como el Centro Químico Biológico de Edgewood, en Baltimore. De hecho, los historiadores han protestado por los muchos tachones negros que aparecen en los documentos

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