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Kirkuk, ciudad inflamable

Kurdos, chiíes y suníes codician el control de la urbe con más petróleo de todo Irak; todo listo para la guerra civil a gran escala

Publicado por
Miguel Murado - redacción
León

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Kirkuk es inflamable. Literalmente. Esta ciudad del norte de Irak se encuentra sentada sobre una de las mayores bolsas de petróleo de Oriente Medio y eso es lo que la convierte en un lugar explosivo, en sentido figurado y también en un sentido real, como han hecho ver los dos coches bomba que estallaron ayer en sus calles y que anuncian que la batalla por Kirkuk ha comenzado. El petróleo es, en el fondo, la maldición de Kirkuk: hasta que los ingleses lo encontraron en 1928, la población era mayoritariamente kurda. A partir de entonces, trabajadores árabes de otras regiones de Irak empezaron a instalarse en la ciudad, pero en los años ochenta Sadam decidió acelerar ese proceso de arabización. Lo hizo a su manera: instalando más árabes a la fuerza y deportando o exterminado a los kurdos. Ahora, en cambio, son los kurdos quienes están en el poder en Irak y, aprovechando su amistad con Washington y la debilidad del Gobierno de al Maliki, han puesto en marcha una desarabización de Kirkuk, la cual irá seguida de un referendo a finales de año, en el que se votará su incorporación al Kurdistán, al que actualmente no pertenece. Como es fácil imaginar, esa desarabización no se está llevando a cabo con amabilidad. Los kurdos han sido tan expeditivos que, entre las deportaciones de árabes y la intimidación que reina en Kirkuk, nadie duda que el resultado del referendo será un sí rotundo. Y también, de paso, una guerra civil. Todos contra todos Esa guerra civil se complicaría por el hecho de que los wafidin, como se conoce a los árabes de Kirkuk, son casi todos chiíes (Sadam los envió allí como castigo) y cuentan con la protección de sus milicias. El clérigo Moqtada al Sadr ya ha dicho que luchará por Kirkuk, y los coches bomba de ayer demuestran que no es el único que ha tenido esa idea. Pero el asunto es todavía peor. La vecina Turquía tampoco quiere que el petróleo de Kirkuk vaya a manos de los kurdos. Esa riqueza convertiría al Kurdistán iraquí en un catalizador del secesionismo de millones de kurdos de Turquía. Los turcos están concentrando tropas en la frontera y aunque una invasión parece impensable por el impacto que tendría en su imagen internacional, hay quien teme que eso sea precisamente lo que quiera el Ejército: provocar una crisis que derribe su actual Gobierno islamista moderado, que no gusta a los militares. Y mientras tanto, como una especie de trágico cuento de la lechera, el petróleo tras el que van todos se vierte en la arena. El oleoducto Kirkuk- Ceythan (Turquía) pasa por zona suní, por lo que es saboteado sistemáticamente. La empresa holandesa Shell y los turcos quieren construir un oleoducto alternativo, pero la guerra no le sienta bien a la ingeniería.

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