Cerrar

Ica, Pisco, Chincha y Cañete son las ciudades que más sufren las consecuencias del terremoto

La escasez de víveres y medicinas atenaza a los damnificados de Perú

La cifra de muertos sobrepasa los 500 y sus familiares se los llevan incluso en coches particulares

Publicado por
Reynaldo Muñoz - pisco
León

Creado:

Actualizado:

La escasez de agua, alimentos y medicinas, junto a la imperiosa necesidad de carpas y tiendas de campaña para alojar a todas las personas que han perdido sus hogares, se convirtió en la principal urgencia en el día después al terremoto que la noche del miércoles asoló ciudades enteras del suroeste de Perú. El Gobierno peruano asistió impotente a las demandas de ayuda de miles de damnificados en una jornada de infierno en muchas poblaciones que quedaron aisladas a causa de los cortes de carreteras mientras aumenta la cifra de muertos, que supera ya los 500. La falta de agua agravó la situación sobre todo en Ica, Pisco, Chincha y Cañete. En estas ciudades, que además permanecen a oscuras por la falta de electricidad, muchos supervivientes tuvieron que pasar su segunda noche al raso rodeados por los escombros a los que quedaron reducidas sus casas. El drama adquirió proporciones macabras tras conocerse las sospechas de los equipos de rescate de que bajo esos mismos cascotes podría haber decenas de cadáveres o personas vivas atrapadas. «La situación se agudiza por la falta de carpas, alimentos, agua y medicinas», señaló este viernes Guillermo Merino, comandante de los Bomberos de Pisco, la ciudad más devastada por el terremoto, de 7,7 grados en la escala de Richter. Cerca del lugar donde hacía estas declaraciones, un grupo de subordinados suyos luchaban contra el reloj y removían los restos de tierra y piedras de lo que fue la iglesia católica de San Clemente con la esperanza de rescatar a alguna de las decenas de personas que asistían a la misa cuando se hundió el templo, y que ahora figuran en las listas oficiales de desaparecidos. Cadáveres alineados En plena calle, cerca de la Plaza de Armas, unos cincuenta cadáveres fueron alineados a la espera de que sus familiares desesperados acudieran a identificarlos o recogerlos. Algunos se los llevaron para enterrarlos, incluso en sus vehículos particulares. La magnitud del desastre también es tremenda en los hospitales, que están colapsados por el gran número de heridos y por la falta de material médico, además de sufrir daños en sus estructuras.