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«Sólo veía gente que lloraba, muerte y desolación»

«Temíamos que se saliera el mar» comenta una de las damnificadas

«Temíamos que se saliera el mar» comenta una de las damnificadas

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Álvaro Mellizo - pisco
León

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En medio de la oscuridad, la desolación y el dolor, Pisco comienza a recibir la ayuda humanitaria para los miles de damnificados por el violento terremoto que destruyó el miércoles gran parte de esa ciudad del sur peruano. Esta localidad costera, ubicada a unos 300 kilómetros al sur de Lima, ha soportado un segundo día en tinieblas, tras la caída del servicio de alumbrado eléctrico y mientras sus pobladores invocan una rápida distribución de la asistencia humanitaria. Aunque la destrucción, la pérdida de vidas humanas y el sufrimiento de los damnificados se extiende a varias regiones del sur de Perú, es Pisco, con sus alrededores, que ha sido la zona más afectada. La ciudad es por la noche un lugar fantasmal, con miles de personas cubiertas con mantas en las calles y hogueras en las esquinas. Palmiña Panduro, una damnificada de 39 años, que dijo que tras el apagón causado por el potente terremoto muchas familias decidieron abandonar sus casas y dirigirse hacia las colinas cercanas. Panduro, que es madre de tres hijos, señaló que muchos de los afectados temían «que se saliera el mar» y ahora no saben qué hacer. Otra víctima del terremoto fue el alcalde de Pisco, Juan Mendoza, quien perdió a su hermana mayor durante el sismo, a pesar de lo cual se mantiene en la coordinación de las labores de ayuda humanitaria y rescate de las víctimas. «El terremoto fue una cosa indescriptible, mi casa se movía como si fueran olas, cuando vi lo que había pasado fue la impresión más grande, gritaba como un loco, sólo veía gente que lloraba, muerte y desolación», describió. El alcalde manifestó que aún tiene «muchas esperanzas de encontrar gente con vida entre los escombros», sobretodo porque el jueves se rescató a dos supervivientes entre las ruinas de la iglesia San Clemente, donde se supone que aún hay entre 30 a 40 personas atrapadas. «Tenemos cientos de muertos regados por las calles, heridos en los hospitales; esto es totalmente indescriptible, el pueblo ha sido devastado en un 70 por ciento», lamentó el alcalde. «No tenemos agua, no tenemos comunicación, las casas se han caído», señaló el regidor de esta ciudad, de unos 130.000 habitantes, que reclamó entre sollozos ayuda médica urgente al gobierno de la nación para su ciudad. «Le pido a Dios desde lo más profundo de mi corazón que esto no vuelva a ocurrir», imploró en medio del llanto. Los voluntarios y miembros de equipos de rescate muestran buen ánimo para seguir trabajando entre las ruinas. Las autoridades se han dirigido hacia los albergues para repartir mantas entre los damnificados del terremoto, que alcanzó los 8 grados de magnitud en la escala de Richter. Según información de los medios locales, el sismo ha dejado unos 510 muertos, más de 1.500 heridos y 85.000 damnificados.

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