Diario de León

Las cifras no oficiales hablan de 540 muertos como consecuencia del seísmo en Perú

Las esperanzas de hallar supervivientes se agotan seis días después del terremoto Hamás clama venganza por el asesinato de ocho de sus miembros

La situación de caos y vandalismo podría llevar al presidente peruano a decretar el toque de queda

El vehículo en que viajaban quedó completamente destruído

El vehículo en que viajaban quedó completamente destruído

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Saud Abú Ramadán - colpisa | lima gaza

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Los equipos de rescate han dejado paso a las excavadoras en Perú. Sin apenas esperanzas de encontrar supervivientes bajo las ruinas de las ciudades arrasadas, ayer comenzaron las tareas de desentierro de cadáveres, apertura de fosas y retirada de los escombros producidos por el terremoto de 7,7 grados en la escala de Richter que el miércoles pasado asoló el suroeste del país andino. Hasta la fecha, el número no definitivo de muertos asciende a 540, de los que 503 ya han sido identificados. Un jefe regional de Bomberos, Jorge Molina, indicó que el paso de los días ha hecho que las esperanzas de hallar personas con vida sea «casi nula». Aún así, el jefe de operaciones de Defensa Civil, Arístide Mussio, aseguró que la búsqueda de cuerpos y de supervivientes continuará al menos «dos días más». En los cementerios, las familias comienzan a enterrar a sus seres queridos, unos en ataúdes, otros envueltos en sábanas sobre la tierra desnuda. El dolor es común a todos los dramas humanos que se conocen día a día, a medida que avanzan las tareas de búsqueda, y que dejan testimonios como el de Emilio Espino, que perdió de 30 a 40 familiares en la iglesia de Pisco, que se derrumbó durante la misa. La situación en las ciudades más afectadas -Pisco, Ica y Chincha- fue tensa este lunes. La proliferación de robos y saqueos obligó al Gobierno a duplicar la presencia de militares y policías en las calles. Patrullas fuertemente armadas vigilan las ruinas de estas poblaciones, en un intento de frenar los desvalijamientos. Según datos facilitados por el Gobierno peruano, 1.400 soldados y 1.000 policías se ocupan de esta tarea. El caos reina también a la hora de cuantificar el número de afectados, pues el seísmo afectó a nueve ciudades y a varias regiones, y dejó a algunas de ellas aisladas. Por el momento, el número de heridos es de 1.039, el de damnificados de más de 176.000, y no hay cifras de desaparecidos. Sin hogar Este lunes la ayuda humanitaria internacional comenzó a llegar con mayor fluidez a los damnificados. Muchos de ellos son personas de escasos recursos, cuyos frágiles hogares se desplomaron a causa del temblor, por lo que desde el jueves duermen a la intemperie. Lamentan que los suministros llegan con cuentagotas, y su reparto se realiza en muchas ocasiones en condiciones caóticas. La Agencia Española de Cooperación Internacional envió este lunes un segundo avión cargado con 30 toneladas de material sanitario, depósitos de agua, carpas y tiendas de campaña para alojar a quienes han perdido sus casas. Cruz Roja anunció el envío de otras 10 toneladas de material de socorro, sobre todo artículos de higiene personal y de cocina, además de una tienda almacén. Por su parte, el gobierno de Venezuela envió este lunes un avión militar cargado con doce toneladas tipo Hércules con 12 toneladas de material humanitario. El Movimiento de Resistencia Islámico (Hamás) ha amenazado con vengar con todos los medios a su alcance la muerte, ayer por la tarde, de seis de sus miembros, en un «asesinato selectivo» del Ejército israelí en la franja de Gaza. «Tras esta horrible masacre todas las opciones están abiertas para la Brigadas de Azedín Al Kasam», aseguró el portavoz en Gaza de ese brazo armado de Hamás, Abu Obaida. Las «fuerzas de ocupación» israelíes, advirtió Abu Obaida, «están jugando con fuego» al atacar a miembros del movimiento islamista, que controla la franja de Gaza desde el pasado junio. Era la respuesta de Hamás a la muerte, a última hora de la tarde, de sus militantes, cuando un helicóptero militar israelí lanzó una bomba sobre el vehículo en el que viajaban en las cercanías del campamento de refugiados de Al Bureij, según fuentes hospitalarias palestinas. Según las fuentes, que se remitieron a testigos presenciales, cuatro de los muertos pertenecían al brazo armado de Hamás, mientras que los otros dos eran miembros de la Fuerza Ejecutiva, el cuerpo de seguridad creado por el movimiento islamista tras su llegada al poder, en marzo de 2006. Uno de ellos ha sido identificado como Mohamed Abu Arab, uno de los principales dirigentes locales de Hamás.

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