Un misionero leonés alaba el espíritude supervivencia de las víctimas
El misionero leonés José María Rojo trabaja en la asistencia a las víctimas del terremoto de Perú y ha transmitido su experiencia a Cáritas, organización a la que está vinculado, a través de un documento en el que describe la situación de Ica, la ciudad que sufrió el epicentro del seísmo y de otras localidades y sus habitantes. El religioso destaca en primer lugar la «infinidad de gestos grandes de solidaridad y una gran dosis de nobleza» de muchas personas, que contrasta también con «lo peor de la tragedia, la parte oscura de la mente y el corazón humano». En su crónica desde los escenarios protagonistas de la tragedia, llama la atención sobre «la siempre lenta maquinaria de la ayuda oficial y peor aún la improvisación repitiendo el consabido aprovechamiento para figurar y no buscar la eficacia». Como ejemplo de esa situación describe las escenas vividas en la plaza de Armas de Ica, con «multitudes ante un par de camiones para luego pelearse por lo que dieran en lugar de entregarlo a la población organizada en los barrios». La desesperación También hace alusión a las reacciones delincuenciales de la población, con intentos de saqueo en las entradas de la ciudad a camiones y ómnibus, «que expresan sí, la desesperación de la población necesitada de todo, pero que no puede justificarse» y el aprovechamiento de «todo aquel que tiene algo que ofrecer o vender y eleva los costos para lucrarse con el dolor». Así, un pan ha pasado a costar un sol, cuando antes por ese precio se entregaban diez o se ha solicitado el doble de lo acordado por un lote de ataúdes. Lo peor, asegura, son las refriegas nocturnas entre ladrones organizados en bandas y los vecinos y fuerzas del orden que intentan impedir los robos. «Da mucha rabia que pueda haber personas con tan duro corazón para entrar a las casas destruidas y arrebatar a los indefensos ciudadanos lo poco que han salvado de la tragedia», lamenta.Ica, señala el misionero, volvió a recordar la tragedia de enero de 1998 cuando se inundó completamente y de cuyos efectos devastadores algunos aún no se han recuperado.