Diario de León

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La UE cierra dos años de crisis con la aprobación del Tratado de Lisboa El útil apaño PSOE y PP, a la gresca

En 256 páginas el texto recoge muchas de las innovaciones del polémico proyecto de la Constitución

El presidente Zapatero explica la posición de España con respecto a  la aprobación de otros tratados

El presidente Zapatero explica la posición de España con respecto a la aprobación de otros tratados

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Fernando Pescador JAVIER VÁZQUEZ - lisboa agencias | lisboa
León

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La Unión Europea cerró ayer en Lisboa una cumbre que será recordada por la aprobación de un tratado que acaba con dos años de crisis institucional y que permite agilizar la toma de decisiones tras la ampliación a veintisiete miembros. «Es una victoria de Europa», exclamó exultante el primer ministro portugués, José Sócrates' al anunciar el consenso en torno a un texto que certifica la defunción del ambicioso proyecto de Constitución europea. Tras la firma del Tratado de Lisboa, los 27 tendrán un año para ratificarlo, un asunto que despierta las peores pesadillas, sobre todo cuando se invoca el término «referéndum», tras lo ocurrido en 2005 en Francia y Holanda. El «no» de un sólo miembro significaría el final del texto, razón por la que los juristas se han esmerado en prepararlo de modo que pueda sortear la ciudadanía y ser aprobado por los Parlamentos. Aunque sólo Irlanda está obligada por su Constitución a convocar un plebiscito, la opinión pública de países como Gran Bretaña, Francia, Alemania Italia o España quieren que el texto sea sometido a voto popular, según revela una encuesta del 'Financial Times'. Un 70% de los encuestados en esos países se declaró partidario de votar el nuevo tratado, un 20% consideró que no era necesario y el 10% restante no contestó. Los dirigentes eslovenos, que asumirán el 1 de enero la presidencia de la UE, han previsto no dar margen de maniobra a los potenciales defensores del «no». «Vamos a vivir con la sombra de la ratificación sobre nuestras cabezas», explicaba recientemente un alto dirigente de ese país. «Tenemos que tratar de no agitar ciertos temas delicados para algunos países», como el presupuesto de la UE, en el caso de Gran Bretaña, o la política agrícola en el de Francia. Para el eurodiputado británico Andrew Duff, es esencial ponerse de acuerdo sobre un calendario inteligente. «Francia, Holanda y Gran Bretaña deberían ratificarlo primero y rápidamente» por la vía parlamentaria, sugirió. El texto de 256 páginas incluye muchas de las innovaciones del proyecto de Constitución rechazado por franceses y holandeses en 2005, combinadas con importantes concesiones a países euroescépticos como Gran Bretaña y Polonia. Para alcanzar el consenso la presidencia portuguesa tuvo que hacer nuevas concesiones a Polonia e Italia. Polonia obtuvo todo lo que quería se vanaglorió el presidente polaco Lech Kaczynski, que salió reforzado a sólo dos días de la celebración de unas difíciles elecciones legislativas en su país. Los otros líderes expresaron su satisfacción por haber dejado atrás las farragosas cuestiones legales y poder concentrarse a partir de ahora en temas políticos, como la globalización o el cambio climático. mundo. El primer ministro británico Gordon Brown estimó que «llegó el momento de que Europa avance» LA EXPRESIÓN pasar página, tan cercana a lo políticamente correcto, fue utilizada profusamente ayer para describir el rápido y positivo desenlace de la

de la UE en Lisboa y algunos observadores más crudos hablaron, para decir lo mismo, de un buen apaño. En la acepción oficial (diccionario de la Real Academia) un apaño es un remiendo o compostura que se hace a alguna cosa que la precisa y la avería de la nonata Constitución europea era cómo venderla a un público ajeno desde el primer minuto del meritorio trabajo de la Convención que, presidida por Giscard d¿Estaing, fue creada en 2002.Cuando el texto quedó dispuesto era largo, farragoso, atendía a todo el mundo (y por eso era tan prolijo) y empezó su recorrido de ratificaciones en referendos con el sí español (sin entusiasmo) o en los parlamentos hasta el no de las consultas públicas en Francia y Holanda. Herido de muerte, el Tratado fue objeto de una especie de redimensión a la baja y eso se ha logrado plenamente ahora, ha perdido solemnidad y el mecanismo de adopción y confirmación ha sido desdramatizado.La indiferencia no es mala consejera en ocasiones y lo sucedido en Lisboa lo confirma: la renuncia a todo gran ensayo, aunque sea eventual, de unión política, empezando por un tono mínimamente confederal, es obvia en el flamante Tratado de Lisboa. Antes que otra cosa, pues, el nuevo texto constitucional es la confirmación de que aún es de aplicación, matizada si se quiere, la descripción de la UE como un gigante económico y un enano político.La singularidad británica (el Reino Unido está en la Unión solo nominalmente en asuntos clave) se mantiene (Londres no firmará la Carta de Derechos Fundamentales, que se presenta como la única gran novedad del nuevo Tratado) y los mecanismos del Tratado de Niza para la toma de decisiones cruciales (con las mayorías determinadas y los casos de unanimidad) también hasta 2014. Un aplazamiento negociado hace tiempo y juicioso si se quería salir del atolladero. Conclusión: lo hecho, bien hecho está porque no se podía hacer nada mejor ni distinto. Si la Unión sigue siendo un gran espacio físico, un gran mercado común con una moneda única y muy sólida, un campo de prosperidad, seguridad jurídica y protección social para sus ciudadanos, es mucho y es prematuro pensar que pueda -- o deba-- ser otra cosa. El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, expresó su satisfacción por el nuevo Tratado porque considera que, con él, «un tiempo de turbulencias ha quedado atrás» y la Unión cuenta con «más músculo» para influir en el mundo. El jefe del Gobierno español enumeró una serie de virtudes del acuerdo logrado por los líderes de los países miembros y consideró que «Europa tiene ya un escenario de serenidad y de fortaleza y un nuevo marco institucional para funcionar conforme a las necesidades de una unión de veintisiete países en un mundo globalizado». Ahora, una vez consensuado el nuevo Tratado, y después de vicisitudes como el fallido intento de que Europa se dotase de un texto constitucional, el presidente del Gobierno español confía en que las normas acordadas duren mucho tiempo. Contento también se mostró el jefe del Ejecutivo con el acuerdo en torno al número de eurodiputados que tendrá cada socio comunitario, ya que recordó que España, con cuatro nuevos escaños, es el país que más incrementa su representación. Un aumento que recordó que contrasta con la pérdida de catorce eurodiputados que tuvo España en el Tratado de Niza, firmado por el Gobierno de José María Aznar. En Niza fuimos el país que más perdimos, y en Lisboa somos el país que más gana», recalcó. El portavoz adjunto del Partido Popular (PP) en el Parlamento Europeo, Gerardo Galeote, aseguró que el acuerdo alcanzado sobre el nuevo Tratado de la UE confirma que «desde que gobierna Rodríguez Zapatero, España es irrelevante en la Unión Europea». Galeote criticó en un comunicado la postura del Ejecutivo español en el nuevo reparto de escaños en la Eurocámara y aseguró que, «una vez más», España ha «perdido peso en Europa» porque Zapatero «no nos defiende». Para Galeote, es «difícil de entender que si el Ministerio español de Asuntos Exteriores consideraba en julio que nos correspondían entre 55 y 57 escaños en el Parlamento Europeo por población, llegue el mes de octubre y Rodríguez Zapatero considere que 54 escaños es un éxito». «Todos los países, como Italia, que han reclamado algo, lo han obtenido, mientras que España está inerme porque Rodríguez Zapatero no pide nada», aseguró. En la misma línea, el eurodiputado popular Salvador Garriga aseguró que «empieza a ser grave la incapacidad del presidente Zapatero a la hora de mantener una posición europea consistente con una mínima defensa del interés nacional».
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