OPINIÓN
A falta de un cuarto de hora
EL MINISTRO de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, se encuentra en Beirut para echar una mano en la resolución del gran desafío político que supone el relevo allí del presidente Emile Lahud, cuyo mandato expira el próximo sábado. Podría parecer insólito que un ministro extranjero acuda la capital de otro Estado y se involucre en los asuntos internos, pero su actitud es bienvenida y, en realidad, parte de una troika que forma con sus colegas francés, Bernard Kouchner, e italiano, Máximo d'Alema. Los tres grandes países del Mediterráneo se conciertan desde hace tiempo y su labor ha tomado auge desde que el presidente Sarkozy accedió a la presidencia en Francia. Nada más ocurrir tal cosa los ministros de Exteriores de los países mediterráneos firmaron una carta-manifiesto que gustó poco en Bruselas: regionalizaba la política exterior y, de algún modo, dejaba un poco al margen al jefe de la misma en la UE, Javier Solana. La troika trabaja duro sobre el terreno y ha tenido buen cuidado de no indisponerse con ninguno de los factores políticos libaneses. París ha recordado, incluso, que el Hezbollah, el partido-guerrilla de los chiíes libaneses, no está en la lista europea de organizaciones terroristas y que Francia no intenta cambiar esa situación. Un punto de vista práctico que en Washington, por ejemplo, apenas entenderán. Las partes en conflicto ven todas sin aprensión la gestión europea a cargo del trío que, en realidad, sólo intenta convencer a las partes de la necesidad de obtener un acuerdo sobre una persona consensuada capaz de sustituir, en el campo maronita (como prevé el Pacto Nacional) al presidente Lahud, un general retirado muy pro-sirio. París ha trabajado mucho el asunto y en las últimas semanas colaboradores de alto rango del presidente (Claude Guéant y el embajador Lavitte) han visitado Damasco aceptando conceptualmente algo que los norteamericanos tampoco asumen: que los sirios tienen un gran papel en el escenario y que ignorarlo es esterilizar los esfuerzos en curso. En un orden práctico se trataría de vender a las partes el nombre de alguna de las personalidades de la lista puesta a punto, a petición de los franceses, por el jefe espiritual y guía de los maronitas, el cardenal Nasrralah Sfeir, que se ha convertido en el centro de las gestiones que se mantienen en curso.