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| Crónica | El destino de la saga Lahore |

El final de un trágico linaje

Benazir Bhutto ha sufrido el mismo destino que su padre y dos hermanos, al morir en un atentado que siembra de incertidumbre un país a falta de once días para las elecciones

El dolor ha marcado la noticia del asesinato de una figura clave para el futuro pakistaní

Publicado por
Mateo Balín - madrid
León

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La vida de la malograda Benazir Bhutto fue el fiel reflejo de la historia reciente de Pakistán, donde la violencia sectaria y política ha marcado el devenir de esta antigua colonia británica, hoy potenciar nuclear de 165 millones de habitantes. Maniatada por la dictadura militar y querida por los pobres, avalada por Occidente y odiada por los integristas, Bhutto era consciente de que el regreso a casa tras ocho años de exilio no iba a ser un camino rosas, ya que ni la situación política del país era la misma de cuando ella gobernó (1988-90 y 1993-96) ni tenía visos de solucionarse. Muchos piensan que la historia de Benazir es la crónica de una muerte anunciada, la del final de un linaje que quiso colocar a Pakistán a la cabeza de las democracias islámicas. Nacida en junio de 1953, Benazir tuvo una infancia de princesita mimada al regazo de su padre, el ex primer ministro en los años setenta Zulfikar Alí Bhutto, quien murió ahorcado en 1979 por la dictadura del general Zia; estudió en Harvard y Oxford y se nutrió de la experiencia política de líderes de la talla de Margaret Thatcher; su marcado espíritu revolucionario le llevó a sumarse a las protestas contra la guerra de Vietnam y empaparse de todas las biblias feministas del momento. Por expreso deseo de su padre pronto supo que sobre ella recaería todo el peso para encauzar los destinos paquistaníes, por delante incluso de sus dos hermanos varones, asesinados en 1985 y 1996. Emergió en la escena política cuando Zulfikar -defensor a ultranza del poder civil e iniciador del programa nuclear paquistaní- fue encarcelado y acusado de asesinato tras un golpe de Estado militar. Entonces Benazir fue apresada y pasó gran parte de los cinco años de la condena en aislamiento. Ahí comenzó a popularizarse su figura. Exilio y oposición Durante sus breves salidas de prisión para recibir tratamiento de una grave enfermedad estableció en Londres una oficina del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), la formación creada por su padre en 1967. Una vez liberada encabezó la oposición en el exilio contra el general Zia y regresó a Pakistán en 1986. Dos años más tarde, cosas del destino, el avión del militar explosionó y Benazir pasó a convertirse en la primera mujer democráticamente electa como primera ministra de un país islámico. Ocupó el cargo hasta 1996 con un breve paréntesis de tres años, debido a las acusaciones de corrupción que pesaron sobre su mandato y las presiones de los militares, que nunca vieron con buenos ojos a la familia Bhutto. También su marido Asif Zardari (apodado Mister 10 por ciento) fue acusado de robar millones de dólares como ministro de Desarrollo del Gobierno de su mujer, por lo que ambos se enfrentaron en numerosas ocasiones a cargos por corrupción de los que nunca fueron condenados. El pasado 18 de octubre, tras ocho años de exilio, la hija pródiga regresó a Pakistán gracias tras un acuerdo con el presidente Pervez Musharraf. Pese a repudiar la dictadura del general durante años, Benazir llegó a un acuerdo de reparto de poderes que consistía en liderar un futuro gobierno de unidad con el propio Musharraf. A cambio, éste abandonaría simbólicamente el traje militar. Un plan maquinado desde occidente con el beneplácito de Washington. Regresó a Pakistán el 19 de octubre pasado y ese mismo día fue objeto de un atentado que costó la vida a 139 de las personas que habían salido a la calle para recibirla. A pesar de todo, siguió en el país esperando acontecimientos y preparando la estrategia electoral ante los comicios presidenciales del próximo febrero. Este jueves murió en un atentado suicida en Rawalpindi, muy cerca de Islamabad, mientras participaba en un acto electoral. Benazir representaba todo lo que los integristas odian: una mujer educada, poderosa, sin miedo a expresar sus opiniones y, por lo visto, sin miedo a la posibilidad hoy hecha realidad de que alguien, algún día, acabase con ella.