Blancos atrincherados

El barrio de Westlands es un islote de paz, un oasis en medio del desierto. Esta zona elegante de Nairobi presenta una imagen que representa el polo opuesto a lo que se ve y se vive en la barriada popular de Kibera. Westlands es un barrio eminentemente blanco y rezuma dinero por todos los costados. Las mansiones de estilo colonial compiten en grandeza y originalidad. Todas poseen grandes medidas de seguridad, desde alambradas electrificadas hasta guardias armados las veinticuatro horas del día. En las últimas 72 horas los blancos kenianos de Westlands han acumulado alimentos en las despensas, incrementado la seguridad de sus casas y reservado billetes de avión abiertos por si necesitan evacuar la zona. «Tenemos miedo», admite Elizabeth, una anciana hija de militar británico y asentada en Kenia desde antes de la independencia. «Es cierto que aquí no vemos lo que sucede fuera porque nadie se atreve a salir», reconoce. Michael es vecino de Elizabeth. Ayer, empujado por la curiosidad, se marchó a visitar Kibera por primera vez en sus 36 años de vida keniana. «Nunca había visto el lugar con mis propios ojos», afirma, «sólo en televisión». Michael se tapa la boca y la nariz con un pañuelo, poco acostumbrado al hedor que se extiende por los dos kilómetros cuadrados de Kibera. Allí no hay cuartos de baño, canalizaciones, agua o luz. «Esto es salvaje, no sabía que fuera tan miserable», reacciona. En Westlands el ambiente está cargado de ansiedad, la que produce la ignorancia de lo que sucede alrededor. Se trata de un gueto para blancos adinerados que de repente han descubierto la realidad de un país que vive en crisis, con enfrentamientos tribales y una guerra política por el poder.