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Publicado por
ENRIQUE VÁZQUEZ
León

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LAS elecciones del pasado lunes en Pakistán eran, además del mecanismo para formar un nuevo Parlamento estatal y varios regionales, un referéndum oficioso sobre la gestión del general Musharraf. Y el general lo ha perdido por goleada. Su partido, la Liga Musulmana Paquistaní-Q, tendrá alrededor de la quinta parte de los 242 escaños y el resto no le apoya, empezando por el gran vencedor, Partido Popular Paquistaní, el de la difunta Benazir Bhutto y la Liga Musulmana Paquistaní-N de Nawaz Sharif. Así pues, los adversarios del general disponen de sobra de los dos tercios necesarios para abordar una reforma constitucional que podría destituir al presidente. Y tal es, terminar con la dictadura, el programa de la Liga Musulmana-N, cuyo jefe, el antiguo primer ministro Nawaz Sharif, fue depuesto por Musharraf en 1999. Pero no es seguro que tal cosa ocurra así, tan fácilmente, por varias razones, la principal de las cuales es que Asif Ali Zardari, viudo de la carismática Benazir Bhutto, asesinada el 27 de diciembre, heredó de ella no solo la dirección del gran partido del Sind, el feudo del gran clan, sino un fuerte compromiso de la más variada índole con los Estados Unidos. Washington, en efecto, hizo todos los arreglos para democratizar el régimen y hacer efectiva la lucha contra los talibán y otros insurgentes islamistas salvando al socio local, el presidente Musharraf, que cumplió su parte del gran trato: amnistiar a Benazir y organizar su vuelta a sabiendas de que ella ganarías las elecciones y se repartiría con él los papeles. Pero en la ejecución del 'plan Musharraf' cometió varias tropelías, la mayor de las cuales fue cesar en bloque a un Tribunal Supremo que se disponía a evitar su reelección en octubre pasado por presuntamente inconstitucional. Y eso es ahora un regalo: bastaría que el nuevo gobierno reponga a los jueces expulsados entonces, con el legendario Chaudhry a la cabeza y que el nuevo Supremo declare ilegal la reelección. Musharraf tendría que irse. Todo esto está por ver y nada será fácil. Pero hay un dato último que no puede ser ignorado: el general Kayani, sucesor de Musharraf en el alto Estado Mayor, ha hecho saber que las poderosas fuerzas armadas se mantendrán fuera de la controversia política y eso es sin lugar a dudas el gran aval de cara al futuro inmediato.

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