Diario de León

| Crónica | «Otro» transporte público |

Guerra contra los «matatus»

Las furgonetas que ejercen de taxis colectivos y desplazan a más de trece millones de kenianos todos los días están en el punto de mira del Gobierno por su relación mafiosa

Un «matatus» realizando un viaje en las calles de la capital keniata con total normalidad

Un «matatus» realizando un viaje en las calles de la capital keniata con total normalidad

Publicado por
Pedro González Lesuén - nairobi
León

Creado:

Actualizado:

Las furgonetas que ejercen de taxis colectivos y desplazan a más de trece millones de kenianos todos los días están en el punto de mira del gobierno debido a la congestión de las carreteras y a las actividades ilícitas de las mafias. Se llaman «matatus» y son furgonetas con capacidad para catorce personas, incluidos el conductor y el revisor. Son los taxis colectivos de Kenia, el medio de transporte más barato y utilizado en África. «Sin ellos estamos perdidos», asegura Emily, empleada en un supermercado. En febrero pasado, el ministro de Administración Local, Uhuru Kenyatta, prohibió a los «matatus» penetrar en el perímetro de la ciudad para recoger a los pasajeros en las tradicionales estaciones reservadas a los transportes públicos. Kenyatta explicó la medida por el incremento del tráfico en las atascadas calles y carreteras del país: «Queremos reducir el flujo de vehículos para facilitar el tránsito entre las ciudades», declaró el ministro a principios de marzo. Al no pasar por el Parlamento, la orden no tiene carácter legal, al tiempo que desató las protestas de cientos de miles de kenianos, obligados a caminar muchos kilómetros para trabajar. Después de varias jornadas de huelgas masivas, Kenyatta anuló la orden. El conflicto reactivó también la curiosidad de las autoridades por un negocio que arroja enormes dividendos pero que también es víctima de las mafias. Numerosos conductores reciben amenazas, la mayoría procedentes de los «mungiki», secta secreta perteneciente a la etnia kikuyu, mayoritaria en el país. La organización, ilegalizada por el gobierno, exige dinero a cambio de protección. John tiene 23 años y es conductor de un «matatu». Su hermano Joseph, de 22, es el revisor. Entre los dos suman 25.000 chelines de sueldo mensual (unos 250 dólares/160 euros), trabajando 25 días al mes con jornadas de 14 horas. «Por lo menos tenemos trabajo», empieza John. Ambos hermanos se sienten afortunados por trabajar y por no pagar sobornos a las mafias o a la policía. «Cuando no son los 'mungiki' son los policías los que piden dinero», explica Joseph. «Por eso hay tantos controles», añade. Su «matatu», decorado con fotos del futbolista portugués del Manchester United Cristiano Ronaldo, es «intocable» porque el propietario es agente de policía. «Es ilegal», señala Michael Kilonzo, funcionario del Ministerio de Transporte. «Los agentes de las fuerzas de seguridad no pueden ser propietarios de algún negocio», agrega. Pero son muchos los agentes que poseen «matatus» registrados con nombres falsos debido a los bajos sueldos que perciben. Según cifras del ministerio de Transporte, hay 17.000 de estos vehículos en Nairobi y 50.000 en todo el país, pero «en realidad hay más -afirma Kilonzo-, pero muchos son ilegales». Los propietarios pueden obtener beneficios que avecinan los cien mil chelines mensuales (1.000 dólares/636 euros) sólo con explotar a sus empleados, que no tienen contratos y, en muchos caso, conducen sin seguro. En los últimos dos años se han multiplicado los accidentes mortales que se cobran la vida de unas 3.000 personas al año. La reputación de los «matatus» es deplorable porque «no respetan las señales de tráfico, conducen alocados y tratan muy mal a los clientes», dice una fuente de la policía. Los hay de todos los colores, viejos, nuevos, legales e ilegales. Todos saben quiénes están protegidos por las mafias o la policía y quienes no. En la parada de Westlands, distrito acomodado de Nairobi, más de 40 «matatus» esperan a sus pasajeros. Música rap atronadora, televisión, periódicos y revistas. Unos ilustran los colores de sus clubes de fútbol; otros presentan fotos de cantantes y actores, frases bíblicas e incluso retratos de políticos. Al fondo, un taxi colectivo presenta las credenciales con una foto del presidente de Ruanda, Paul Kagamé. Todos los revisores gritan, los conductores se impacientan. En la cola David y Rose ponen cara de resignación. «No nos respetan y si protestamos porque vamos con retraso o porque el conductor es demasiado temerario nos pueden echar sin devolvernos el dinero». El precio de una carrera de siete u ocho kilómetros es de 40 chelines (70 céntimos de dólar/44 céntimos de euro). «Por eso son vitales», agrega Rose. Más de la mitad de los 35 millones de kenianos son pobres. Sin «matatus» no podrían desplazarse.

tracking