OPINIÓN
El general preferido de Bush
LA PROMOCIÓN de David Petraeus, general-jefe en Irak, a la jefatura del Mando Central es una promoción casi aparatosa, por lo rápida, y permite ver la mano del presidente Bush, aunque, formalmente, el ponente del nombramiento sea el Secretario de Defensa, Robert Gates. Bush está fascinado con Petraeus, un general con justificada reputación de intelectual y que se dice, tal vez sinceramente, al margen de toda tentación política. El teorizó e impuso el 'surge' (literalmente, impulso de una ola, empuje, esfuerzo), la decisión de hace casi un año de enviar treinta mil soldados adicionales a Irak por cierto tiempo. Ha resultado con matices. Las brigadas de combate de refuerzo deben volver a Estados Unidos poco a poco durante el verano, pero Petraeus vendió su tesis (en realidad del deseo de Bush) de que tras la vuelta debe haber una pausa en repliegues sucesivos de modo que el total de fuerzas sería el de hace un año, unos 140.000 soldados (a los que hay que añadir, porque siempre se olvida, los 50.000 soldados privados reclutados por empresas de seguridad). Pero todo esto tiene una explicación técnicamente muy clara: en realidad, el mérito de Petraeus (y del embajador Crocker, también llamado a la cabecera del enfermo por entonces) es el cambio completo de estrategia, al asumir que los remedios debían ser sobre todo políticos y con un énfasis en el factor clave: la normalización de la sociedad suní, ese 20% de la población acostumbrada a gobernar desde la fundación del Estado por los británicos en los años treinta. Petraeus-Crocker inventaron el somatén suní, una fuerza auxiliar bien armada y motivada que, bajo control de sus jefes tribales, pasó de la insurgencia a la colaboración contra al-Qaeda. El dinero ha corrido a raudales a tal efecto y las grandes mejoras en la seguridad observadas sobre el terreno, aunque ahora mismo deterioradas, son el resultado de ese hecho capital y de otro: la tregua observada por el Ejército del Mahdi, la poderosa milicia chií de Moqtada al-Sadr. Esto lo sabe un aprendiz y el misterio es cómo se tardó tanto en utilizarlo para cancelar el desastre del virrey Paul Bremer. Y el premio, el más importante mando militar en la región más peligrosa del mundo, con autoridad también sobre Afganistán, indica hasta qué punto Bush está agradecido y también hasta qué punto él, comandante en jefe, ha dicho su última palabra sobre la guerra