Diario de León
Publicado por
ENRIQUE VÁZQUEZ
León

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TODO MUY british: el primer ministro Brown dijo que el liderazgo se demuestra en los días de dificultades, no de éxito y que él escucha y sigue adelante ( ) y David Cameron, líder conservador, feliz por el resultado de las elecciones, dijo que no desea ganar las generales a costa de un gobierno fallido. Hay un tercero en discordia, el jefe liberal-demócrata Nick Clegg, también encantado porque ha sido segundo en las locales, un punto por encima del Labour que, con un 24 por ciento, se queda nada menos que a veinte del espléndido resultado de los tories. La negra jornada se completó al fin del recuento, ayer tarde, cuando quedó claro que el laborista por libre Ken Livingstone (Ken, el rojo, quien había ganado por dos veces la alcaldía de Londres) perdía esta vez a manos de otro excéntrico, pero del partido conservador, Boris Jonson, una mezcla de animador populista, político, ganso inteligente e innovador. Más al fondo, y pensando en el parlamento de Westminster y la significación política y práctica de los comicios, los observadores recordaron en seguida el escenario de 1995, cuando el desfalleciente primer ministro conservador John Major perdió las locales solo dos años antes de que un Tony Blair imparable obtuviera al frente del Labour renovado su primer e impresionante triunfo. Lo de Gordon Brown es un caso parecido, pero distinto y aún más delicado. Major, al fin y al cabo, había conseguido ganar las generales por segunda vez contra todo pronóstico. Pero Brown nunca se ha enfrentado a comicios nacionales y es primer ministro en cuanto que sucesor designado - y paciente - por Blair, a quien sucedió como jefe del partido sin apenas problemas, aunque con la reticencia del ala izquierda y del gobierno, sin necesidad formal de elección alguna. A Brown, que queda seriamente tocado, no le falta razón al achacar el desastre a las dificultades económicas, pero sus iniciativas, fiscales en primer lugar, no han suscitado mucho entusiasmo y, objetivamente, como el conjunto de su prudente gestión (es, al fin y al cabo, un ex-ministro de Hacienda con obsesión por los equilibrios) han perjudicado a sus candidatos que se han visto sobrepasados por sus rivales políticos en un momento más que delicado

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