OPINIÓN
La otra cara de Barack Obama
«DÉJEME SER CLARO: la seguridad de Israel es sacrosanta. Los palestinos necesitan un Estado continuo y cohesionado, que les permita prosperar, pero todo acuerdo con ellos debe preservar la identidad de Israel como Estado judío, con fronteras seguras, reconocidas y defendibles. Jerusalén seguirá siendo la capital de Israel y debe permanecer no dividida» Las frases las firmaría Bush, su vicepresidente Cheney y los neocons ahora un poco en desbandada, pero las dijo el miércoles sin inmutarse Barack Obama la gran esperanza de la izquierda política internacional para ganar la presidencia de Estados Unidos en noviembre próximo. El auditorio, la verdad, lo esperaba: la conferencia anual del AIPAC, la sigla en inglés para la mayor organización del gran lobby israelí en Estados Unidos ante el cual todas las administraciones y todos los candidatos, disciplinadamente, comunican sus intenciones sobre la cuestión capital del Oriente Medio y su eje histórico, la cuestión palestina. También dijo sobre Irán que dará prioridad a la diplomacia y la coordinación con los aliados frente a la grave amenaza regional iraní y matizó su famosa oferta de reunirse sin condiciones previas con nuestros adversarios (en claro, Raul Castro y Ahmadineyad) al decir que no lo haría por el gusto de hablar, sino en tiempo y lugar escogido por él y solo si está claro que el encuentro beneficiará los intereses norteamericanos o sea, con condiciones previas. Y puso la guinda: «haré todo para impedir que Irán tenga una bomba nuclear, todo», segunda marca en la jerga diplomática para no repetir la fórmula clásica, la de Bush: «todas las opciones están sobre la mesa del presidente». Sobre Hamas exactamente lo mismo: aislamiento completo mientras no cambie. Es el segundo Obama el que así se manifiesta porque necesita el voto judío y la adhesión o la neutralidad del AIPA y ya está en campaña. El primer Obama se había dedicado a conseguir el voto demócrata y ganar las primarias, lo que hizo admirablemente. Pero no habrá que sorprenderse si el tercer Obama, el eventual presidente Obama, asume todo eso como su programa para la crisis más grave y crucial del mundo. Más de lo mismo y fracaso asegurado y fácilmente pronosticable hasta por modestos periodistas.