Diario de León
Publicado por
ENRIQUE VÁZQUEZ
León

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EL GOBIERNO AFGANO organizó ayer diversas manifestaciones de apoyo al presidente Karzai tras el anuncio de este el domingo en el sentido de que podría enviar tropas a Pakistán si lo juzga necesario para combatir a los talibán. Fue otro capítulo de la inesperada crisis (inesperada porque parece fuera del control de Washington y suscita allí una preocupación extraordinaria). De hecho, sería muy útil saber si el discurso de Karzai tenía el aval o el conocimiento previo del socio norteamericano. Todo permite suponer que no y que el presidente más bien actuó en clave nacionalista clásica, como un líder pastún más que como el jefe de Estado de un país multiétnico y policultural, sabedor de que la fibra anti-paquistaní bien trabajada aún funciona, sobre todo lejos de la interminable y porosa frontera (la vieja y colonial «Línea Durand»). Karzai tiene argumentos: es un hecho comprobable que muchos talibán operan en Afganistán y se refugian en el lado paquistaní de la frontera, lo que convierte al Waziristán en un santuario. La situación es delicada para cualquier gobierno en Islamabad y allí se altera el rigor (como bajo el general Musharraf) con la negociación y el pacto oficioso (como ahora, pero también en algún momento con el mencionado Musharraf, aún presidente, pero sin la decisiva influencia política que perdió en las elecciones de marzo). El ejército afgano, por lo demás, carece de medios y de voluntad para ejecutar su amenaza y nadie cree que se atreva a irrumpir en suelo paquistaní. Ni los norteamericanos, que se sepa, lo desean. Washington lamentó el incidente de la semana pasada (aviones americanos mataron por error a once soldados paquistaníes en suelo paquistaní) y una misión americana está en camino para dar las explicaciones de rigor. Pero, simultáneamente, hay inquietud en el gobierno Bush por la coyuntura político-institucional en Pakistán, donde los partidos de la coalición parecen decididos a despojar legalmente al general Musharraf de todo poder ejecutivo y al menos uno de ellos, la Liga Musulmana de Nawaz Sharif, desea juzgarle bajo graves cargos. La situación en su conjunto, pues, se ha deteriorado y está en cuestión el escenario clásico, que hacía del Pakistán un socio indispensable y de su Gobierno un aliado clave. Todo es muy volátil ahora mientras el poderoso ejército paquistaní mantiene un silencio casi completo.

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