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Pese a que la República Checa rechaza de plano un documento por escrito para llevarlo a cabo

El compromiso de todos los socios de la UE a ratificar el Tratado aísla a Irlanda Zapatero, Cuba y las precisiones de PötteringEl levantamiento de lassanciones a Cubaparece un hechoconsumado

Todo apunta a que habrá una segunda consulta y si el «no» se impone, Europa seguirá sin Dublín

BERNAL REVERT

Publicado por
Fernando Pescador F. Pescador - luxemburgo luxemburgo
León

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Dos mensajes van a emanar hoy, viernes, de la cumbre de jefes de Estado o de Gobierno de la UE sobre el referéndum irlandés: que Irlanda no está aislada en Europa y que esa república tiene un futuro claro en el club. Y lo cierto es que ninguno de esos dos mensajes es cierto, porque Irlanda está, efectivamente, aislada en Europa y su estatus europeo se encuentra en entredicho. La cumbre europea de Jefes de Estado o de Gobierno de la UE se abrió en la capital comunitaria bajo un síndrome de cortafuegos: aquí no pasa nada y ya veremos cómo ayudamos a nuestros amigos irlandeses a salir del lío en el que se han metido, venían a decir, aunque con diferentes palabras, los líderes comunitarios. La estrategia definida por las capitales europeas una vez conocido el «no» irlandés, esto es la continuación del proceso de ratificación entre los siete países que tienen el Tratado de Lisboa pendiente de convalidación parlamentaria, parece haber ganado. Sobre todo después de la ratificación del documento por parte del Reino Unido y el endoso subsiguiente de la Reina Isabel, que Gordon Brown se traía a Bruselas como prueba de los deberes cumplidos. El ejemplo británico ha despejado las dudas de los demás, si es que las había: el primer ministro sueco, Fredrick Reinfeldt, manifestaba en Bruselas que su euroescéptico país proseguirá según lo previsto el proceso de ratificación. El parlamento votará el nuevo Tratado en noviembre. El primer ministro holandés, Jan Peter Balkenende, afirmó por su parte que el trámite parlamentario del Tratado sigue su camino con total normalidad. A primeros de mes, la Cámara baja le otorgó su visto bueno, y se espera ahora el dictamen favorable del Senado. La República Checa constituye la última interrogación. Es, sin embargo, difícil de creer que las euroescépticas autoridades checas hagan descarrilar en solitario el nuevo Tratado. Sobre todo si se tiene en cuenta que los principales socios de la Europa comunitaria han apostado definitivamente por el nuevo ordenamiento de la UE. Angela Merkel manifestaba que la apuesta institucional definida en el Tratado de Lisboa requiere de la unanimidad de los miembros, y que a nada viene ni favorece hablar de una Europa a dos velocidades. Con ello, la canciller alemana quitaba presión sobre Dublín, que es objeto estos días de duras acusaciones en medios internacionales de comunicación por el fracaso en un referéndum en el que la práctica totalidad de las fuerzas políticas y económicas del país apoyaban el «sí». La cumbre no estaba en condiciones de dar los tiempos del impassse abierto por el rechazo irlandés. El primer ministro de la República, Brian Cowen, declaraba en Bruselas la imposibilidad de establecer un calendario para dar una solución al problema. «Hace sólo 7 días que los irlandeses se expresaron sobre el Tratado de Lisboa», dijo Cowen, para reiterar después que »esa decisión tiene que ser respetada«. Michael Martin, ministro irlandés de Exteriores, hacía saber por su parte que el Gobierno realizará un informe sobre la situación después del verano, probablemente en octubre». Los dirigentes europeos parecían dispuestos a ofrecerle a Irlanda unos pocos meses para recomponer posiciones, pero los plazos son cortos: el presidente del Parlamento europeo, Hans-Goert Pöttering, manifestaba en los pasillos de la cumbre que el Tratado de Lisboa debería estar completamente ratificado y en vigor en junio de 2009 a más tardar, para que las elecciones previstas al Parlamento europeo en esas fechas puedan llevarse a cabo en el marco del nuevo ordenamiento institucional, que prevé una reasignación de escaños en la Eurocámara. Extraoficialmente, se barajan algunas posibilidades para facilitarle al Gobierno irlandés la convocatoria de un nuevo referéndum sobre el Tratato. Por ejemplo, ofrecer garantías más explícitas a los irlandeses sobre el respeto de su neutralidad, o que no va a tener lugar en Europa una armonización de la fiscalidad directa sobre las empresas. Lo que pasa es que el Tratado de Lisboa de ninguna manera socava el estatus presente de ambas ideas, en torno a las que parece haberse aglutinado el «no» en el referéndum. Es decir, que los irlandeses votarían sobre lo mismo. Si aún así insistieran en el «no», Europa tendría que continuar sin ellos. El presidente del Parlamento Europeo (PE), Hans-Gert Pöttering,(en la fotografía saludando a Zapatero con el minitro de exteriores checo, Topolanek como testigo) consideró que el levantamiento de las sanciones diplomáticas europeas contra Cuba debería estar vinculado a «acciones del Gobierno para dar más libertad al pueblo». «Siempre estoy a favor de posturas firmes en el trato con dictadores», señaló en una rueda de prensa el presidente de la Eurocámara, que aseguró, no obstante, que las sanciones «nunca deben afectar a la población de un país». | efe La cumbre europea parecía preparada para levantar las sanciones impuestas a Cuba en 2003, después de la detención de medio centenar largo de disidentes políticos, y cuya aplicación se encuentra, de facto, suspendida. España, que lidera el cambio de posiciones de la UE al respecto, se vio sorprendida el lunes pasado por una demanda alemana de postergar el debate sobre el tema hasta la cumbre de ayer. Mediada la tarde, el ministro Moratinos se mostraba esperanzado porque las reservas alemanas pudieran ser obviadas. A favor del levantamiento de esas sanciones se pronunció la comisaria de Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, quien reclamaba también del régimen cubano gestos concretos, como la liberación de los presos políticos. La presidencia eslovena de la UE era también favorable al levantamiento de las sanciones, igual que una «inmensa mayoría» del Consejo,

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