OPINIÓN
Un ministro con dos empleados
EL TRIBUNAL Constitucional de Tailandia ha interpretado, sin duda, lo que es una extendida convicción y, con toda probabilidad, el deseo privado del venerado rey Bhubimol y ha procedido a destituir al primer ministro por ejercer un empleo remunerado incompatible con su cargo. La historia es casi divertida: el primer ministro, un septuagenario risueño y populista de derecha, Samak Sundaravej, es muy aficionado a la cocina, como tantos compatriotas suyos, y presentaba un programa culinario en TV con mucho éxito y cobrando según él solo los desplazamientos y lo que gastaba en comprar materias primas. El Constitucional, con un rigorismo encomiable en un país considerablemente corrupto, como tantos en Asia, ha entendido que se autoexcluye como jefe de gobierno, le da treinta días para que ejerza en funciones y administre sólo asuntos de trámite y el parlamento elija un sucesor que, en teoría, podría ser él mismo. Pero todo permite supone que no lo será y que, acosado socialmente como está y al frente de una coalición heterogénea, se irá del todo. Así podría ser resuelta o al menos bien encarrilada una crisis notable por varias cosas, pero sobre todo por la decisión inalterable de las poderosas e influyentes Fuerzas Armadas de no intervenir para nada, excepto para mantener el orden como le pidió el gobierno legal. El comandante en jefe, Anupong Paochinda, lo dejó meridianamente claro hace más de una semana y dijo a la clase política que arreglara el conflicto. Tal conflicto es insólito: una manifestación popular muy amplia contra el gobierno terminó en una especie de ocupación física permanente de parte del recinto gubernamental a cargo de un movimiento sin respaldo parlamentario, la autodenominada Alianza Popular por la Democracia, cuyo único programa era la renuncia de Sundaravej en cuanto que hombre de paja del antiguo primer ministro Shinawatra y una reforma de la ley electoral que sólo deje un tercio de diputados elegidos para que los demás fueran designados por vías indirectas y con alguna clase de participación del rey. Poco democrático, pero representativo de una parte considerable de la opinión, sobre todo en el campo donde el multimillonario Thaksin Sinawatra y Sundaravej tienen sus baluartes políticos. El Constitucional tal vez ha hecho bien con su decisión.