El populismo ultraderechista azota al este de Europa

La crisis financiera internacional, que ha hundido a Hungría en la quiebra económica y mantiene a las repúblicas bálticas en recesión mientras golpea con dureza a Rumanía, se está convirtiendo en un balón de oxígeno para la supervivencia de los movimientos populistas de extrema derecha, que manipulan con habilidad el anticomunismo y los problemas de pobreza, desigualdad social y desprestigio de los políticos para arrastrar hacia sus objetivos antidemocráticos a sectores sociales cada vez más amplios. Si antes de la II Guerra Mundial los movimientos fascistas tuvieron un fuerte arraigo social, e incluso llegaron a gobernar en países como Rumanía, Croacia, Hungría y Eslovaquia, en la actualidad siguen activos en todos los frentes. Ya no esconden ni maquillan sus ideas reaccionarias. Defienden conceptos racistas sobre la identidad nacional en Polonia, Hungría o Rumanía; reclaman la rehabilitación de dirigentes profascistas del primer tercio del siglo XX en Croacia y Bulgaria, y califican a los cómplices de los nazis de patriotas. Algunos grupos participan en gobiernos de coalición como en Eslovaquia y tienen representación parlamentaria en Rumanía y Bulgaria. Homosexuales, judíos, gitanos, inmigrantes e izquierdistas son víctimas de la violencia de los grupos ultraderechistas, que cuentan en sus filas con muchos sinkheads organizados, jóvenes de clase media y lumpen social. Tras el fin de 1989 El sindicalista polaco Wojtek Figiel considera que «al acabar el socialismo en 1989, Polonia se hundió económicamente, la inflación se disparó y el desempleo llegó a afectar al 22% de la población, se instaló la desmoralización en amplios sectores sociales y creció el lumpen; la actual crisis internacional puede empeorar aún más las cosas y el descontento podría ser capitalizado por grupos de extrema derecha, porque la izquierda es débil en Polonia».