Sobreviven los 148 pasajeros de un avión que aterrizó de emergencia en el río Hudson de Nueva York
agencias | nueva york
Un espectacular aterrizaje de emergencia en las aguas heladas del río Hudson devolvió ayer a los neoyorquinos el mal cuerpo del 11-S. Nada en comparación a lo que sufrieron las personas a bordo (hasta 151 según la fuente), que fueron rescatadas por los ferrys de pasajeros.
«Iba conduciendo por la Autopista del Oeste a la altura de la calle 50 cuando vi un avión volando muy bajo», narró una mujer a la cadena CBS. «Por un momento temí que se fuera a estrellar contra un edificio, pero luego vi que aterrizaba en total control sobre el río, como si fuera una pista. Inmediatamente una ola de agua salpicó toda la autopista».
Eran las 3.31 horas de la tarde cuando los servicios de emergencia recibieron la primera llamada de auxilio. Las puertas de emergencia se abrieron justo a la altura de la terminal de ferrys de pasajeros situada al norte del barco museo USS Intrepid. Y en cuestión de minutos media docena de barcos rescataban a los pasajeros que salían por la puerta de emergencia y les esperaban temblorosos en el ala del avión. En menos de una hora todos los pasajeros estaban en tierra, mojados y castañeando de frío, muchos sufriendo hipotermia, pero con vida.
El vuelo 1549 de US Airways acababa de despegar de La Guardia en dirección a Charlotte (Carolina del Norte), cuando el piloto reportó problemas en los motores. Los primeros informes culpan del accidente a una bandada de gansos que se enredó en el motor y le hizo perder el control. Convencido de que no podría volver al aeropuerto, el piloto decidió aterrizar el aparato en pleno río Hudson, a la vista de los turistas que inundan Manhattan.
Jeff Galloy estaba sentado en el asiento 22A. Desde la ventanilla vio el motor izquierdo del avión estallar en llamas.
Testimonio
«Amigos, tienen que prepararse para un aterrizaje muy duro», les advirtió el piloto desde los altavoces. «Todo el mundo empezó a rezar», recordó el joven con la voz temblorosa, pero con la gorra intacta. Fue un aterrizaje forzoso, donde se chocaron la cabeza con el techo del avión y unos contra otros. Tan pronto como concluyó el aterrizaje, «el avión empezó a llenarse de agua rápidamente y salimos por el ala del avión». Fuera, la temperatura de Manhattan era de -7 grados, con una sensación térmica de -14, a la que había que sumar la helada brisa del río.