OPINIÓN | JOSÉ M. DE AREILZA
La entrevista de Praga
LA REUNIÓN de ayer entre Obama y Zapatero puso fin a una grave anomalía, la ausencia de diálogo entre el presidente de EE.UU. y el jefe de Gobierno español en los últimos cinco años. Ambos países aspiran a un nuevo comienzo en sus relaciones y la entrevista de Praga puede ser un primer paso. La perspectiva española sobre Iberoamérica y la experiencia en energías renovables de nuestro país constituyen dos puntos clave de la agenda.
Obama tiene una visión pragmática de la política internacional y se guía claramente por la defensa de los intereses de su país, sobre todo en el terreno económico y en el de la seguridad. Es cierto que tiene un estilo cercano y una simpatía incomparable.
Pero contará con los europeos que contribuyan a resolver los problemas, y si no los hay, trabajará solo o con otros aliados. Por ahora, su petición de ayuda en Afganistán ha sido respondida en serio por un único país, Reino Unido. A cambio, en el terreno económico se ha producido al final del G-20 un consenso aceptable y una mayor sintonía transatlántica.
Para Obama, España no está en su lista de prioridades y es igual de consciente que Bush del antiamericanismo, la levedad y la excentricidad de Zapatero en cuestiones de política exterior, rasgos bien ejemplificados hace unos días en el asunto de Kosovo y de modo permanente por la fantasmagórica Alianza de Civilizaciones.
No obstante, el nuevo presidente de EE.UU. está dispuesto a hacer al menos un intento para mejorar la relación bilateral con nuestro país, y por ello ha incluido esta entrevista entre la docena de reuniones con jefes de gobierno que celebra durante esta gira europea.
Los comentarios de Zapatero sobre la afinidad personal y la visión común de las cosas con Obama obedecen más a emociones que a realidades. En Afganistán, España aumentará su contribución pero no su nivel de compromiso, al no modificar las limitaciones en el uso de la fuerza de los soldados allí destacados. Zapatero se zafa de mayores responsabilidades en la cooperación con EE.UU. mediante una huida hacia una Europa irreal: enarbola la futura presidencia española en el 2010 como si fuera una gran baza política, desconociendo el difícil contexto institucional y económico europeo.