El nombre de sus nuevos cargos provoca recelos en la UE
La impresión es que a Suecia se le ha ido de las manos el tema de los nombramientos
Los líderes de la Unión Europea se reunieron a cenar ayer por la noche en Bruselas, para poner caras a los nuevos puestos creados por el Tratado de Lisboa, es decir, el presidente del Consejo europeo, el Alto Representante para la Política Exterior, de Seguridad y Defensa que será, asimismo, vicepresidente de la Comisión y el secretario general del Consejo, un cargo éste, que el Alto Representante en la versión de su función en vigor, que no es otra que la estatuida por el Tratado de Amsterdam, (1997), tiene asumida.
Después de todas las fatigas que la reforma institucional de la UE acumula desde hace más de una década, y de la satisfacción sentida por prácticamente toda la clase política con responsabilidades de gobierno en Europa tras la ratificación del nuevo Tratado, podía esperarse un clima de concordia en la nominación de los responsables de la cosa comunitaria. No es así y las diferencias de opinión y los recelos se ciernen sobre el encuentro.
Plazos. La presidencia sueca convocó una rueda de prensa anoche a fin de dar noticia de los resultados de la reunión, pero el plazo no se antojó creíble a los observadores, que pronosticaban largas discusiones hasta bien entrada la noche.
La presidencia sueca pretende obtener un acuerdo político de la cumbre, incluso mediante mayoría cualificada, que sería formalizado después del 1 de diciembre, cuando el nuevo Tratado se encuentre en vigor.
Existe una impresión generalizada en Bruselas de que Estocolmo no ha gestionado bien los tiempos en este asunto mayor de las nominaciones. Ha permitido que la discusión se le vaya de las manos y las candidaturas en liza desbordan los límites de lo gestionable.
Dos semanas largas de contactos telefónicos al máximo nivel con las capitales comunitarias no le han servido a las primeras autoridades suecas para otra cosa que para alimentar las ambiciones de países y personas (como España con Moratinos) que no estaban en la liza, y los temores contra una actuación combinada de París y Berlín, imponiendo a los demás sus candidatos».