Reportaje | Paco Soto
Bulgaria, la más corrupta
El soborno y el trapicheo se han convertido en la forma de subsistencia para miles de personas del país más pobre de la UE
Cuando el periodista le pregunta por teléfono a Alexander Pavlov, empleado de la administración pública en Sofía, si en Bulgaria la corrupción afecta a los ciudadanos de a pie en su vida diaria, nuestro interlocutor se ríe a mandíbula batiente y contesta sin pensárselo dos veces: «Sin corruptelas, sin pequeños sobornos, la mitad de la población de este país no podría vivir, y creo que la otra mitad tampoco». Diliana Taseva, enferma en una clínica privada de la capital búlgara, corrobora las palabras de Alexander.
«Con dinero todo es más fácil de obtener, desde un certificado médico a un simple trámite. Todo el mundo roba o se corrompe, poco o mucho», asegura esta mujer de 44 años, quien gana un sueldo mensual que a duras penas supera el equivalente de 250 euros.
Basta con darse un paseo por Sofía, situada a los pies del Monte Vitosha, para darse cuenta de que el trapicheo funciona por todas partes. Taxistas, vendedores ambulantes, camareros, empleados de comercios, pequeños funcionarios, jubilados, siempre habrá alguien dispuesto a vender alguna mercancía a un precio reducido, cambiar dinero o, simplemente, timar al turista inexperto. Los buscavidas pululan en calles y plazas de esta bonita ciudad de casi millón y medio de habitantes: en los alrededores de la catedral ortodoxa Alexandre Nevsky, en los alrededores de la Opera Nacional, en la Iglesia de Santa Sofía, en la Mezquita de Bania Bashi, en los parques, en las estaciones y paradas de autobuses Durante el comunismo, la corrupción fue una práctica tolerada, cuando no impulsada por la nomenclatura dirigente. En la actualidad es una vieja costumbre que no muere. «El caldo de cultivo es el capitalismo mafioso que impera en Bulgaria».