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Análisis | L. urdiales

Otro cuento de la lechera

La condena del sector lácteo devuelve a León a la década de los ochenta, cuando el gobierno de González quemó la mayor red de productores de leche de España

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León

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Valdría el aserto del predicador y el trigo. O el ejemplo del comando de rescate del mundo rural que ha llenado tantas bocas y fundado tantas intenciones y promesas políticas. Pero no hay mejor ejemplo que el de la leche, que no es más que otra leche en la mejilla de León, en la misma que le atizó aquella política activa de González Márquez, Felipe, que a la misma hora de cerrar la presa de Riaño mandó a criar malvas al mayor registro de explotaciones lácteas de la península. Fue a la misma hora de entrar en Europa. Así es de tozuda la historia con León. Cada vez que tiene la oportunidad de salvarse viene alguien y lo hunde. Ahora ya sabemos la razón por la que en Lugo no se quemaron miles de explotaciones lácteas en la década de los ochenta mientras en León ardían en una pira quince mil granjas que hasta entonces habían hecho de la geografía de la provincia un manantial de leche inagotable. O eso parecía. También sabemos por qué en Galicia, o en Asturias, hubo o hay cuatro, seis u ocho marcas comerciales de leche, con sus respectivas fábricas transformadoras y León, líder derrocado, es paraíso de los camiones cisterna articulados. Lo supimos, como dentro de unos años sabremos por qué la provincia con explotaciones mejor dimensionadas, más modernas, la que más esfuerzo, riesgo, dinero y activos ha sacrificado en el norte de España para hacerse acreedora de la exigencia del mercado, para competir en cantidad con Francia y Alemania (la calidad es incuestionable) se va a quedar antes de la próxima Olimpiada con la mitad del tejido que tiene ahora. Se iba a salvar el último sector capaz de crear valor añadido en León, dirán por entonces los analistas de recopilaciones de estadística económica. Pero no hubo suerte. No llegó el salvador. No llegó el cupo de leche al lugar de España donde más luminosos de neón se encienden cada noche para anunciar el desarrollo rural.

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