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El Órbigo pasa de la alerta en verano a la alerta en invierno

El río Peces junto a Castrotierra de la Valduerna, superando obstáculos.

Publicado por
L. urdiales | redacción
León

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Al mapa de ríos leoneses que controla la CHD desde Valladolid a modo de panel luminoso, como las agencias de inteligencia controlan a los espías por el mundo, se le encendió ayer la bombilla roja en la señal de Cebrones. La estación de aforo colocada en el Órbigo a su paso por este municipio leonés, bordeó durante horas el sobresalto; 343 metros cúbicos por segundo es la antesala de la gota que colma el vaso; si vaso es el río más caudaloso al oeste de la provincia leonesa y por gota se toma el torrente que arrastra estos días el cauce sobre el que el pasado mes de agosto pesaba multa de seis mil euros a quien se le ocurriera meterle mano al caudal; raquítico, restringido y sobreexplotado. La paradoja de León también asoma el rostro al río. 343 metros cúbicos por segundo se lanzaban ayer a la una de la tarde frente a Cebrones, tres veces por encima de la línea roja que aconseja declarar el estado de sitio. No ha sido la cota más alta registrada por este río sometido a bandazos y caprichos de borrascas y anticiclones; con el cambio del siglo, en un marzo como el de ahora y los montes soltando lastre de nieve hacia los afluentes del río que mama de Luna y de Omaña, el agua dejó en Cebrones una muesca a la altura de 586 metros cúbicos por segundo. No es baladí lo de los trescientos del primero de marzo del 2010. La cuenta excita los jugos gástricos de las bocas sedientas que a finales de cada estío sufren recortes en el riego a cuenta de que son muchos a pedir para lo poco que queda por repartir. La margen derecha del Órbigo aporta la explicación de tanto caudal en tiempo de nadie; lo pueden contar los vecinos de pueblos que en las últimas horas han comprobado lo que es un valle afanado en recoger agua. El río Peces metió el agua en casa en Castrotierra de la Valduerna. La amenaza se atenúa ahora que la lluvia merma, dos días. Nunca se sabe. Basta mirar el viento. El 14 de enero sopló a 120 kilómetros por hora. León no enrojeció bajo el aviso del fin del mundo con la borrasca a dos niveles como un circo de tres pistas. Esta vez, con amenaza y todo, no pasó de 86 kilómetros; afortunadamente.