La industria pone la puntilla a la leche de la montaña con precios bajo coste

Los productores lácteos de la montaña leonesa se han tirado sobre el último plan de jubilación anticipado que se le ofrece -”que tiene pinta de ser el último-” como si fuera su última tabla de salvación. La situación objetiva a la que los han condenado parece que no les da salidas más airosas. Con su marcha se irá también un ecosistema natural. Ninguna administración está dispuesta a remediarlo.

La salida de explotaciones adecuadas a la productividad del entorno, de 100.000 litros de cupo y una función de sostén del entorno que no encuentra ningún tipo de recompensa, se lanzan al abandono y cierre de negocio en ruinas invitadas por la propia industria, que se ha encargado de agotar la paciencia de los más resistentes con unos precios en la leche hasta diez pesetas más bajos que los que abona a productores de latitudes más bajas.

La discriminación y el bajo precio no atiende a parámetros de calidad; la leche que producen las explotaciones de Babia, como comarca exponente del ejemplo más claro de diferenciación de precios lácteos en origen, marca un contenido en materia grasa muy por encima de la media recogida en la provincia leonesa. La presión comienza a dar frutos; el goteo de negocios lecheros fracasados que sostenían la población pegada al entorno -”base fundamental en todos los tratados teóricos en los manidos manuales que circulan entre gobiernos de distinto rango sobre el desarrollo rural-” se agita ahora con la vuelta de tuerca de la industria: ni a los más románticos les puede ser rentable producir leche que cobran a 35 pesetas mientras han de pagar por el alimento de las reses más de lo que pueden obtener de la producción. Ninguno de los que predican el desarrollo rural por los púlpitos políticos de Madrid o los que conciernen al ámbito de la autonomía han tocado una tecla legislativa para proteger ese tejido productivo que en la mitad norte de León, además, sostiene en pie el paisaje.

Los productores asisten atónitos al abandono institucional en el que viven inmersos en manos de la industria -”a pesar de contar con el salvoconducto del cupo oficial lácteo, que regula Bruselas, y desarrolla el Gobierno y la Junta-” que no ha sido tal en el caso del desplome de precios de otros productos en provincias como Segovia y Valladolid. La Ley de Desarrollo Rural que lleva seis años horneándose tiene ahora una oportunidad para lucir sus posibilidades.