Diario de León
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Desde el Rubicón F. ramos

Aún queda más de un año para las elecciones municipales y autonómicas, pero no tanto para la campaña electoral, menos para la precampaña y nada para la elaboración de unas listas que alguno ya está trabajando, por mandato y en la sombra. Diputación, Ayuntamiento, Cortes de Valladolid y, un año después..., a Madrid. Es hora de preparar el terreno. Los hay -”como Canedo, el de Camponaraya-” que piensan que cuanto más se muevan, mejor, frente a aquellos que creen -”Nicanor, el de Cistierna-” que es mejor quedarse quietín, para no molestar y mucho menos ofender a un aparato, el del partido, que en el caso del PSOE de León ya está trabajando a marchas forzadas para presentar un buen proyecto arquitectónico de listas.

El problema surge cuando son muchos los que son, o quieren ser, y pocos los puestos en los que estar. Es en ese momento cuando se hace necesaria la figura del correveidile, el hombre dispuesto a darlo todo por los suyos y contra los otros y, sobre todo, a malmeter contra aquellos a los que se quiere aniquilar de algunas de las listas. En todos los partidos existe este personaje, suele ser más bien corto de miras, que no ven más allá de aquellas personas que le señala su jefe desde el aparato. Ibán García del Blanco tiene su propio aparato de comunicación, que es el que le retrata y sitúa en el punto de mira a los enemigos y aquellos que no han plegado a los designios. Es a éstos a los que el correveidile debe situar en el punto de mira, en el disparadero, para así nutrir de argumentos a su jefe cuando tenga la necesidad de ejecutarlos, políticamente hablando. Y si no hay causas se inventan o se magnifican, que lo mismo da. Lo importante es que aparezcan, para que después pueda argumentarse que su sola presencia resulta incómoda.

Alguno parece que ya lo ha visto venir y en una reciente comida con el jefe, quien hasta ahora pensó que era mejor moverse, se ha postrado a sus pies y le ha declarado su amor eterno, a la vez que ha aprovechado para recordarle su pasado, un pasado en el que no votó ni a Zapatero, ni a Martínez para la secretaría general y como ellos le dieron un puesto... «Paco, tú tendrás que darme otro», le sugirió.

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