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Emma de Paz, en primera fila en el centro de la mesa, celebra sus cien años rodeada de su familia, i

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León

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«Sí, tenían fama los maestros de Babia». Emma de Paz Álvarez, forma parte de aquella generación de catón y silabario que eran reclamados «hasta desde Cataluña». Emma, que ayer cumplió cien lúcidos años en compañía de los suyos, no pudo, sin embargo, disfrutar apenas de su vocación docente pues la guerra desbarató sus planes. Eso sí, le cabe el honor de haber sido la primera mujer profesora en la historia del Colegio Leonés en unos momentos en los que la guerra amenazaba abiertamente con encender los campos de España. Muy atrás quedan ya esos recuerdos y aún más lejos -”pero muy vivos en la memoria y el corazón-” los años de la niñez y la adolescencia en la Vega de Puente Orugo y en Truébano de Babia. «Con cinco años me quedaba sola con las vacas en el monte de detrás del cementerio; mi madre me ponía una botella de leche que rodeaba de una ristra de ajos para que no acudieran las víboras». No son sólo relámpagos en la memoria. Igual que una salud envidiable («no crea, tengo vértigos y oigo cada vez peor»), Emma conserva sus recuerdos con una lucidez envidiable y escucharla constituye un privilegio, un viaje a un tiempo ya perdido donde la medida del tiempo y de las cosas eran muy otros. «Lo peor de todo, quizá, es que, como la vida ha cambiado tanto, a nosotros, los mayores, nos resulta muy difícil comprender y aceptar muchas de las cosas que están pasando. Pero estos cambios ya los veía venir mi madre que solía decir: «Desde que las mujeres empezaron a vestirse por los pies como los hombres-¦ ya no es nada igual-™. En cuanto a mi vida, separando la pérdida de mi hijo en accidente, que me cambió el carácter y me sigue amargando, puedo decir que ha sido buena».

Estupenda jinete por las laderas de Peña Ubiña a lomos de Romero , muy cantarina y maestra con la pandereta babiana, Emma volvió a recordar ayer junto a los suyos aquellos días de paz y de grandes nevadonas, «cuando a las vacas sólo les veíamos las astas cuando iban entre paredes de nieve y cuando se atascaba el camión de Elías allá por San Emiliano». Junto a ella estará Ernestina, su hermana inseparable, que en abril cumplirá 97. Las dos tiene el mismo secreto, y parecida ironía, a la hora de explicar cómo se llega a los cien años con tanta galanura : «Basta con dejar pasar el tiempo-¦bueno también aconsejo beber mucho y no fumar nada».