Reportaje | L. urdiales
Alimento con gen tocado
La crítica a la apertura a cultivos transgénicos choca con la venta para el consumo de alimentos modificados
La decisión de la UE de liberar el cultivo de productos modificados genéticamente adelanta el reloj de la polémica sobre un asunto que enfrenta a organizaciones agrarias y a colectivos conservacionistas, a consumidores con multinacionales de la alimentación, a marcas de semillas con agricultores, a organizaciones agrarias con organizaciones agrarias. El litigio deja un interrogante de difícil respuesta: si se permite el consumo de productos transgénicos no se entiende la razón por la que no se deban cultivar. Esto exponen los colectivos agrarios que desde hace años esperaban a que Europa levantara el corsé en el territorio que a diario bombardean los mercados exteriores con semilla y alimentos derivados de productos en los que, en algún momento de su desarrollo, han sido tocados artificialmente en la constitución de sus genes.
Quienes se han posicionado a ese lado invitan a los detractores de la liberalización a que levanten la mano si están seguros de no haber probado nunca un alimento que procede de un cultivo al que han alterado genéticamente. Y exponen un ejemplo de uso corriente en la alimentación. Soja. Toda la soja que procede del exterior se ha trucado en el laboratorio, o para hacerse resistente a afecciones, o para mejorar rendimientos.
Los mercados de fruta y hortaliza ofrecen también a diario género que tiene alteraciones en sus genes. Ahí se adjudica el logro al término biotecnología, que resulta menos agresivo y tiene una acepción más amable ante la opinión pública, vacunada durante ante años ante el terror de la ingeniería genética. Una sandía amarilla toma el nombre del color chillón de su carne, limpia de pepitas, que ha perdido en un proceso biotecnológico a base de modificar un gen que le distingue de la sandía convencional. Igual que las variedades de tomates de colores amarillos, según una variedad del denominado cherry, u otros que se han adaptado a una conservación longeva desde que se arrancan de la planta, y ofrecen una piel dura y tersa 25 días después, al contrario que el resto de frutos de las solanáceas; ocurre con el pimiento amarillo o el morado, apto para comprar y consumir. Frente a esta realidad, crece la polémica por que se permita sembrar maíz o remolacha azucarera con genes tocados.