Entrevista | fabián appel katz | conferenciante ciclo pensar la ciudad
«Las ciudades se construyen con un sentido autista»
Fabián Appel Katz, psicoanalista y codirector de la revista Psicoanálisis en el sur, abre hoy la segunda fase del ciclo Pensar la Ciudad que organiza la Fundación Jesús Pereda de Comisiones Obreras. Appel Katz ofrece una conferencia a las 20.00 horas en el salón de actos de la Fundación Sierra Pambley.
-¿Se atreve sentar a la ciudad en el diván?
-Sin ser pretenciosos ni ingenuos, como aquel que propuso que la solución a ETA era sentar a los terroristas en el diván, sí se se puede sentar a la ciudad en el diván. El psicoanálisis nunca pensó el sujeto descolgado de todo lo demás. La gente enferma por los conflictos en las relaciones sociales, no por puro narcisismo. ¿Qué mejor lugar para pensar los lazos sociales que la polis? ¿Qué mejor lugar para pensar los goces que la política? No es raro que un psicoanalista se dedique a esto.
-¿Y en qué estado se encuentra ahora la ciudad?
-Está marcada por la globalización como imperativo de los mercados con las exigencias de vida feliz y consumismo. Como es un ideal inaccesible, genera violencia. Una violencia que no sólo proviene del exterior, está arraigada en la comunidad: las bombas de Atocha, el skin que prende fuego a un mendigo, los adolescentes armados... No son cosas de países del tercer mundo. El otro es siempre un enigma y además es potencialmente peligroso. Es algo a evitar.
-¿Repercute en el diseño de la ciudad?
-La polis se mueve entre los que huyen a paraísos vacacionales y barrios residenciales que se convierten en ciudades fortaleza dentro de las grandes urbes. Y queda dividida entre los pueden aislarse y los que no. La polis comienza a comportarse como un estado de excepción (narcos en México, disturbios en barrios periféricos de París...), el perfecto camino para encontrarse con las dictaduras que supuestamente actúan para controlar este tipo de violencias. Las leyes de inmigración de Berlusconi en Italia o el intento de Sarkozy de examinar a los inmigrantes de los valores franceses son ejemplos de ese estado de excepción.
-¿Qué es la ciudad feliz?
-El Xanadú, paraíso en la tierra, se convierte en una suerte de ciudades fortalecidas dentro de las grandes urbes que generan un fenómeno paralelo dentro y fuera. Dentro se convierte en un campo de concentración de privilegiados y fuera genera segregación. Esto es extensible a barrios y países.
-¿Hay algún lugar de encuentro entre la gente?
-Las ciudades se construyen con un sentido autista, para que la gente no se comunique entre sí. Pero ya que no se pueden evitar los espacios públicos donde se da esta proximidad física se construyen los templos de consumo, los centros comerciales, donde los encuentros son breves y superficiales. No hay nada colectivo en ellos aunque estén llenos de gente. La ciudad tiene muchos habitantes, pero con cada uno con sus propios mapas. No es un territorio libre, cada persona tiene su geografía imaginaria.
-Es muy pesimista. ¿No ve grietas en ese modelo?
-Ni pesimista, ni optimista. Como nada es todo. Siempre aparecen grietas. Hay mucha gente que no se queda embobada.
-¿Las pequeñas ciudades como León se pueden librar de este estado de excepción?
-Las pequeñas ciudades tienen un ritmo diferente, pero no existen islotes. En los últimos 30 años arrasa el discurso de la globalización y la tecnociencia, que aboca a todo el mundo a no ser de los segregados.
-¿Las nuevas tecnologías pueden hacernos superar la incomunicación?
-Las nuevas tecnologías propician una comunicación sin cuerpo, a distancia. A uno le exigen que borre su cuerpo y adopte cualquier tipo de identidad. Es como ese dicho de aceptar al extranjero, pero no que se case con mi hija.