Diario de León
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Opinión | Antonio papell

A yer se cumplieron diez años del acceso de Rodríguez Zapatero a la secretaría general del PSOE, en reñida pugna con José Bono, que quedó a sólo nueve votos de distancia. El apoyo de última hora de los guerristas fue decisivo para que el joven diputado leonés fuese el encargado de sacar al partido socialista de la sima en que se había abismado tras la pérdida del poder en 1996 y la ulterior renuncia de Felipe González a mantenerse al frente del partido

La historia es bien sabida: el desconocido Rodríguez Zapatero introdujo un estilo distinto, un «nuevo talante», a medio camino entre el buenismo y el optimismo antropológico, dialogante y cercano, que a juzgar por los resultados se abrió camino en la opinión pública. En las elecciones autonómicas y municipales del 2003, su impronta ya dio frutos: el PSOE conseguía Madrid -perdida luego a causa de la traición de dos tránsfugas- y Cataluña, donde Maragall pactaba el -˜tripartito-™. Frente a un PP sin reflejos, sobrecogido por el ascendiente de un Aznar ensoberbecido por la mayoría absoluta -con quien sin embargo acordó un pacto antiterrorista que dio lugar a la ley de Partidos y un pacto por la Justicia-, planteó el concepto de la «España plural» que dio lugar al documento de Santillana. La arrogancia de Aznar así como el «Prestige» y la guerra de Irak» dieron oxígeno a Zapatero, quien se alzó inesperadamente con la victoria en las generales de 2004, celebradas inmediatamente después de los terribles atentados del 11-M, pésimamente gestionados por el PP

La primera legislatura de Zapatero, en plena euforia económica, representó un relevo generacional en el PSOE y estuvo marcada por un neoliberalismo en lo económico -»bajar impuestos es de izquierdas»- y por una ampliación intensa de los derechos cívicos, al amparo teórico del -˜republicanismo-™ de Philippe Petit: ley del matrimonio homosexual, ley de Igualdad, ley de Dependencia Fue también la legislatura del fracaso del llamado «proceso de Paz», que ETA rompió trágicamente al imponerse el sector duro de la organización a los negociadores. Vencedor también en las elecciones de 2008, Rodríguez Zapatero cometió el error conceptual de negar la envergadura de la crisis cuando ésta ya se hacía evidente. Probablemente, éste sea el principal borrón de su ejecutoria, no tanto por el ritmo de las medidas adoptadas -los acontecimientos han arrollado a todos los gobiernos occidentales- cuanto por el descrédito de quien se ha visto obligado a ir adaptándose a una realidad que no se había previsto ni reconocido, debiendo adoptar además medidas contradictorias con sus convicciones políticas. La década transcurrida desde la irrupción del nuevo liderazgo socialista se ha caracterizado por un enrarecimiento general de las relaciones políticas. Es ese período, el debate parlamentario se ha agriado hasta extremos que hubieran resultado inconcebibles en los momentos más turbulentos de las etapas anteriores. La crispación, que surgió desaforadamente en la legislatura anterior al hilo del -˜proceso de paz-™ y por impulso de determinados agentes mediáticos, se ha adueñado de la escena y la política ha dejado de ser un proceso de síntesis. Incluso algunos intelectuales han llamado la atención sobre esta degradación de lo público y la necesidad de recuperar el sosiego, la capacidad de diálogo, ciertas formas cercanas al respeto al adversario, elementos que se han perdido absolutamente.

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