Diario de León

Reportaje | M. Á. CEBRONES / M. FÉLIX

«Mis hijos no irán al cole sin ver a papá»

La presencia de sindicalistas despertó las críticas de esposas de los encerrados

Los compañeros de tajo de los encerrados se disponen a bajar a la mina a media mañana.

Los compañeros de tajo de los encerrados se disponen a bajar a la mina a media mañana.

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«¿Si no tengo para comer, cómo voy a tener para comprar los libros y los materiales? Lo que está claro es que mis hijos no van a volver al colegio hasta que su padre no salga de ahí». Con esta contundencia, con la voz firme, aunque casi con las lágrimas en los ojos, se expresaba ayer la esposa de uno de los mineros encerrados. Añadía que no quieren que paguen una nómina, como decía el viernes el empresario Victorino Alonso: «Queremos que la situación se solucione definitivamente, ya que si no en Navidades volveremos a estar como el año pasado, y siempre es la misma rueda. A los tres meses volvemos a estar igual».

Otra mujer de minero, pero de los que corren estos días delante de los antidisturbios, mostraba sus sentimientos encontrados y admitía su preferencia: «Se lo decía a mi marido, -˜prefería que estuvieras ahí encerrado en el pozo que no llevando esas palizas por ahí-™. ¿Y si le dan en la cabeza y muere o queda en silla de ruedas, a quién reclamas?». Cualquiera de las dos situaciones la ve complicada. Y los niños le preguntan preocupados: «¿Si a papá lo llevan detenido, lo van a soltar?». Con cara de angustia confesaba: «Estás con el alma en un puño porque no sabes de dónde o cómo volverá».

La respuesta a este temor era dada por otra esposa de encerrado: «Pero ella puede verlo cuando llega a casa; llegue como llegue, está ahí cada día, y el mío está ahí abajo». Otra de las mujeres presentes en la concentración a pie de mina mostraba su malestar por la calificación de «guerrilleros» para los mineros: «No son guerrilleros, ni agresivos, están defendiendo lo suyo, lo que han ganado y sudado, pero no les pagan. La guerra no es como ellos se piensan, el carbón es nuestra vida. ¿Dónde van si no hay trabajo en ningún sitio? ¿A robar?». A esta frase le seguía otra confesión: «¿Sabes qué me dijo a mí mi marido?; ¿Y dónde voy yo si no sé hacer otra cosa?».

Se echó de menos ayer a uno de los asiduos en el apoyo minero. Es el padre de Tafula, uno de los encerrados, un hombre que supera los 70 años y conoce de sobra los sinsabores de la mina, y al que la silicosis tiene atado a una máquina de oxígeno. Pero sin embargo, según señalaban sus conocidos, «sube cada día a la explotación y aquí espera el tiempo que le dura la carga de la bombona». Esta familia, no ha querido alarmar a sus allegados de Portugal, entre los que se encuentran hermanos de un encerrado. «Se enteraron allí de que estaba encerrado a través de un reportaje televisivo de una cadena internacional», cuentan.

La concentración se desarrollo con total tranquilidad hasta última hora de la mañana, cuando los representantes sindicales que visitaron el pozo salían de entrevistarse con los 13 encerrados. La esposa de uno de ellos no pudo contenerse y dirigió sus reclamaciones directamente a Alberto González Llamas: «¡Mi marido no tenía que estar ahí dentro, lo quiero fuera pero ya, ya!. Lo quiero en casa y si no puedes hacer nada, lárgate, no vengas aquí, vete donde puedas buscar soluciones». El malestar se incrementó aún más cuando desde los sindicatos y el comité se aseguró que los sindicalistas no buscaban protagonismo. También pedían al comité que no se permita la visita de representantes de la dirección de la empresa a los encerrados. Sólo sus compañeros mineros.

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