ANÁLISIS | A.G. Puente
Blanco y en tetrabrick
La leche leonesa encuentra el camino para la rentabilidad económica y apuntala el sector de la agroindustria
Es la historia de un camino sin dos direcciones, sólo ida. La vuelta viajaba hasta hace bien poco a otras provincias con la leche de la tierra sin que su valor añadido, es decir, el proceso de transformación revertiera en las zonas de producción. Es la historia de León, a la cabeza del ránking nacional de producción lechera del país —con lugares como Asturias, Lugo o Cantabria— que no ha sabido canalizar este potencial como sus compañeras en este podium. Una industria que genera una importante rentabilidad y dinamiza las zonas rurales, sustentanto así la labor de ganaderos y la superviviencia de sus pueblos, además de contribuir a añadir competitividad al pujante sector agroalimentario.
En el caso de León, con 210.000 toneladas de cuota anual y 800 ganaderos dedicados a la leche, este potencial, que supone el 50% de la producción de toda la Comunidad, no ha sido capaz de dar el paso del sector primario al secundario (la industrialización), salvo el caso de la elaboración de quesos.
Un desierto donde comienzan a vislumbrarse brotes verdes: la creciente expansión de una factoría como Lactiber León, alimentada en un gran porcentaje por leche de la tierra, y la puesta en marcha del proceso de transformación de la coopertiva lechera Lar. Acaba de sacar al mercado su propia marca envasada, de momento en una planta de Soria, aunque si consiguen llegar a vender 300.000 litros al mes (actualmente pretenden alcanzar los 150.000), contará con su propia factoría que construirá en Veguellina de Órbigo o Valderrey, todavía no está decidido. A primeros de año elaborarán su propio queso y en primavera postres como cuajada, flan y natillas. Una cooperativa con más de 300 socios, 61 de ellos ganaderos que producen un total de 1,3 millones de litros al año. Un camino como el que emprendió hace décadas un importante emporio lácteo asturiano y que ahora sigue León.