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Vidas después del cáncer (v)

«Emigrar a España fue una mano de suerte»

Angela Baltin l 43 años l Empleada de hogar interna l Superviviente de cáncer ovárico l Filosofía: «La vida es importante, no el dinero» l Consejo: «Aferrarse al cariño y, si no está cerca, buscarlo»»

Angela llegó a España sola y sin nada y, tras superar el cáncer, ha trabajado durante años para reun

León

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Cómo decirlo. Angela -"sin tilde porque es nombre rumano-" tiene ángel. No hubiera buscado jamás la foto en un periódico, sobre todo porque todavía no se siente segura con su aspecto físico, algo que inmediatamente se confirma exagerado en cuanto se produce el encuentro. Se ha puesto una camisa de rayas para quedar más favorecida y lleva un gorro que sólo se quita cuando desaparece el fotógrafo. Su cabello aún está en fase de crecimiento y por nada quiere mostrarse así. Pero, para lo demás, no hay límites. Profundiza en la enfermedad, sobre todo en cómo la curó, y lo hace desde la óptica de alguien que afirma sin contemplaciones que emigrar de su país le ha salvado la vida. Y, además, con generosidad, puesto que la entrevista le ha robado parte de las tres horas que le quedan libres al día para estar con sus tres hijas.

Cuando no hay hogar. Angela ha cumplido 43 años. Tenía siete menos cuando las dejó en Rumanía y se vino a España sin papeles a buscar un futuro para todas. Lo que se viene a decir con una mano delante y otra detrás. Hasta aquí, lo habitual en tantos casos. Trabajó durante años en todo tipo de empleos hasta que consiguió regularizar su situación administrativa. Cuando todo estaba más o menos encauzado, un buen día sintió un dolor insoportable en el vientre. Los médicos le diagnosticaron un cáncer ovárico. Se le vino todo abajo puesto que esa misma enfermedad había matado a su madre y a otras mujeres de la familia. Estaba sola en España y era la única fuente de ingresos para todas. Pero no tuvo opción. «Fue el peor momento porque no tenía a mis hijas conmigo». «Recuerdo que el día que vino el médico a decirme que mis tumores no eran malignos seguí llorando en la cama porque me comunicaron que una de ellas no podía venir a España al faltarle un papel». Al llegar a León, Angela había recibido la ayuda de monjas y sacerdotes. De hecho, en el Obispado de León se involucraron con su caso, le ayudaron a tramitar los papeles y le proporcionaron vivienda durante varios años. Recuerda todo esto para subrayar el amplio número de personas que se implicaron para salvar su vida y sin las que, afirma, hubiera sido imposible hacerlo.

«Pero todo pasó». Así de fugaz resume el peor momento que le dio el cáncer. Tras la operación recibió dos ciclos de quimioterapia, el segundo más bien preventivo, teniendo en cuenta los antecedentes familiares. A partir de ahí: «Esta enfermedad tiene algo de suerte. Cuando te toca, te toca». Se refiere a que sus visitas al médico, sus ingresos hospitalarios, le han acercado a gente que no hubiera conocido jamás y que han dejado una profunda huella en su vida. El único momento que la entrevistada se viene abajo es cuando recuerda a una compañera de lucha que se quedó en el camino. «Estábamos en la misma habitación. Y yo me encontraba deprimida y baja y ella siempre alegre y llena de vida. Fue una mujer que me impresionó y conocerla, una suerte inexplicable para mí». De esa manera aclara lo que puede traer de «suerte» un cáncer. «Si alguien así se queda atrás, es normal que te preguntes por qué yo vivo. ¿Es o no es una suerte?».

Parafraseando a la amiga de Lillo que tanto recuerda, advierte que el cáncer es una enfermedad «muy puta» [se sonroja en este momento] y que «en cualquier momento puede volver a salir algo». Pero para combatir esa «traición» de la enfermedad propone un cambio de actitud y «empezar a mirar la vida con otros ojos». «Cuando estás enfermo -"precisa-" debes estar rodeado de amor y cariño, y el que no lo tiene cerca que lo busque. Las voluntarias de la Asociación de la Lucha contra el Cáncer te llenan; con ellas coges energía para no sé cuánto tiempo. Yo les llamo los -˜Ángeles de Loli-™», por el nombre de la coordinadora. «Le digo a todas esas mujeres que están pasando por lo que yo pasé que busquen amor y cariño donde sea».

Lo humano y lo divino. Por las veces que cita a Dios durante la conversación, queda claro que Angela ha mantenido una fe ciega. «Yo lucho mucho ahora. Dios me ha dado otra razón para vivir. No tengo padres ni hermanos, solo a mis tres hijas, así que ellas son esa razón». Llama la atención la descripción que hace de su proceso clínico y de los profesionales. «Yo digo que son tres en uno, porque son doctores, psicólogos y amigos. A mí me ha impresionado mucho el trato que me han dado: me encuentran por la calle y me saludan o me preguntan, y eso me llena el corazón». Asegura tajante que «la gente no sabe el tesoro» que tiene en España con la sanidad pública. «Siempre digo que emigrando aquí tuve una mano de suerte», como en el póker.

Angela siempre ha trabajado limpiando casas y cuidando personas. Ahora tiene un empleo como interna en la vivienda de Felicidad, «una mujer que llena precisamente de felicidad». Se apresura a decir que se trata de una «señora muy culta», que «fue maestra durante 40 años» y que con ella aprende «cada día». «Si me he tenido que poner un delantal o un uniforme para servir, me lo he puesto, no me importa. Pero es que con ella es otra cosa. Cuando la gente viene a casa de Felicidad ella me presenta como su amiga y me dice que cuando estoy yo no le duele nada. Y eso me deja muy feliz».

Esta mujer que ha hecho todo lo posibe para superar el cáncer, aceptó sumarse a todo tipo de tratamientos experimentales «solo por vivir». «No tendré grandes recursos económicos, pero soy rica porque tengo tres tesoros conmigo, que son mis hijas». No tiene ninguna intención de regresar a Rumanía, a excepción de un viaje de vacaciones. Ahora quiere conocer España. Dice que le han asegurado que Galicia, Granada y Córdoba son algunos de los lugares más bellos para visitar. Así que esos serán sus probables destinos en un futuro. Aunque la vida le ha dado unos cuantos disgustos en ese aspecto, no renuncia a «encontrar un buen hombre». Ahora que las hijas emprenden sus biografías, Angela empezará a reescribir la suya propia.

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