Diario de León

La última noche con barreras

El paso a nivel del Crucero apura sus horas después de 145 años de historia

El paso a nivel del Crucero, visto desde la ventana de la casa del guardabarreras.

El paso a nivel del Crucero, visto desde la ventana de la casa del guardabarreras.

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a. caballero | león
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Hay quien cuenta trenes para dormir. Costumbres que se cogen con los años. Bien lo sabe Miguel García, maquinista ya jubilado, quien recuerda que en la primera huelga que se hizo en Renfe tras la muerte de Franco se cortaron las circulaciones y, a la mañana siguiente, una vecina del paso a nivel le abroncó por la calle: «Me riño, me dijo que no se nos ocurriera volver a hacerlo, que no había podido pegar ojo porque le faltaba el sonido del tránsito de los trenes». Hoy, será la última noche en la que el ruido adormecedor, ese traqueteo en compás de dos por cuatro, vela el sueño de los vecinos de los barrios del Crucero y La Vega. Más de 145 años después de que el primer convoy con destino a Astorga, el 16 de febrero de 1866, creara la necesidad mediar entre los raíles, las personas y los coches.

Muchas vigilas lleva, cobijado en la casetuca de poco más de 10 metros cuadrados que hay junto al paso a nivel, Javier de la Cal. Uno de los cinco guardabarreras que forman el equipo del paso a nivel del Crucero; casi el último reducto que queda en España de accionamiento manual. El jefe de circulación cursa la señal acústica desde la terminal y el operario de Adif se acerca a la ventana para agarrar la manivela. Catorce vueltas completas mientras controla que la barrera no pegue contra los coches y vigila a los peatones, quienes desafían a las advertencias. Cumplido el efecto del cigüeñal, saca una llave que hay inserta en el torno, la introduce en el cuadro de la pared, gira la muñeca y todo queda enclavado, lo que da la señal al maquinista para pasar. «No se puede sacar hasta que haya pasado el tren y den orden otra vez desde el gabinete», advierte. Una media de 15 veces en cada turno de 8 horas, solo en la garita.

«Bueno, están los compañeros», puntualiza Adolfo Luis Blanco, supervisor de línea, descendiente de ferroviarios, como Javier. «, cobijado en la casetuca de poco más de 10 metros cuadrados que hay junto al paso a nivel ferrocarril te va enganchando», resume el espíritu que impregna a la mayoría de trabajadores de Adif.

La filosofía ferroviaria del barrio se concita en Buenaventura Durruti. Sobrino del histórico anarquista, quien trabajó en los talleres de la Compañía del Norte, rememora que hasta finales de los años 50 el paso a nivel del Crucero «estaba dotado de cancillas de madera». «Por la noche se cerraban para que pasaran los trenes y los pocos coches que pasaban tenían que pitar para que el operario bajara de la caseta, abriera, cruzara las vías y terminara por cerrar, con cuidado de que no hubiera circulaciones. Entonces, pasaban más trenes que coches», apostilla. Nada que ver con el escenario actual: miles de coches que se embarcan cada jornada en el traqueteo de las cuatro vías semienterradas en el asfalto de Doctor Fleming, colas de espera de medio centenar de vehículos en hora punta, una procesión interminable de vecinos que cruzan de un lado a otro...

Rosa Blanco los observa desde la ventana. Nació hace 90 años en la calle Gómez de Salazar y, aunque ahora pasa tiempo en casa de una hija, siempre vuelve al balcón que se asoma a las vías. Desde ahí, desde la salita o la cocina saludaba cada día a los 3 hijos ferroviarios que tuvo. «Pasaban con la máquina, me pitaban y yo les hacía un gesto con la mano. Hasta que llegaron esos nuevos trenes, que pasaban tan rápidos que no los veía», bromea. Poca gracia le hace que le quiten el paso a nivel. «Será mejor, no digo yo que no, pero siempre he dicho que me gustaría que no lo quitaran. Lo he visto siempre ahí, quisiera ver pasar mis trenes...», concede con melancolía.

Rosa creyó que «moriría antes de la supresión de las barreras». A partir de mañana, cuando se siente en el balconcillo, la noche se le echará encima sin esa presencia familiar. Y tendrá que contar trenes en sueños.

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