FIESTA DE LAS CABEZADAS | ERRE QUE ERRE
Empate técnico (y sin encuestas)
Ayuntamiento y Cabildo firman el enésimo fracaso en el intento de dilucidar si la ofrenda a San Isidoro es oferta o foro, después de 853 ediciones de Las Cabezadas
Por un instante hubo algo de infantil en el intercambio final de saludos a mano abierta, con el brazo al aire. Tan inocente resultó la sonrisa que se dibujaba en los rostros a uno y otro lado de la plaza de San Isidoro que, cuando siete minutos justos antes de las dos de la tarde se escenificaron las tres cabezadas con el asentimiento exagerado que les da nombre, apenas importó que la edición número 853 del rito terminara de nuevo en tablas. Otra X para la quiniela. ¿Sorpresa? No, tradición.
Javier Chamorro, vicealcalde de León, abrió el turno de oratoria en calidad de síndico del Ayuntamiento. Repasó históricamente cómo en 1158 una sequía estaba asolando las tierras del Reino y en medio de una procesión de rogativa, justo cuando el arca que contenía los restos de San Isidoro tocó tierra al ser los fieles incapaces de soportar su peso, empezó a diluviar como si Noé y no el santo fuera el destinatario de la plegaria. Tres días y tres noches después, cuatro mozalbetes leoneses «delgados y pequeños» fueron capaces milagrosamente de levantar de nuevo el paso y lo devolvieron a la Basílica. Fue entonces cuando dejó de llover. Como cuando acaba la Semana Santa.
En agradecimiento, la Reina Doña Sancha acudió a ofrecer «un cirio de una arroba bien cumplida y dos hachones de buena cera». Las Cabezadas consisten en decidir si aquella oferta, que ahora se repite cada año, es obligatoria (foro) o voluntaria (oferta).
Habitual de la chanza y la ironía en el discurso para estas ocasiones, sorprendió que la primera de Chamorro fuera la intervención más severa en el tono y el contenido. «No mancillen con su tozudez un lugar sagrado. No vamos a admitir imposiciones de ningún tipo, por eso esta ofrenda es libre y voluntaria».
Teodomiro Martínez puso voz al pensamiento del Cabildo: «Ustedes han de ser fieles al pueblo de León y así como ellos cumplen con sus obligaciones ante ustedes, hagan lo mismo desde el Ayuntamiento con las que les corresponden».
La fidelidad y el amor. Así que se hizo necesario recurrir a los argumentos de primavera para quitar hierro al asunto. Fue el recurso del amor el que puso freno a la escalada verbal: «Fidelidad es hacer que el amor resista el desgaste del tiempo», sostuvo el bando religioso. «El amor es libre, no puede imponer a una persona que quiera a otra, ustedes mismos reconocen la libertad», replicó el bando civil.
El resto de la sesión resultó mucho más distendida. Chamorro le hizo un juego de palabras al director de la Coral Isidoriana: «Pensaba que usted era un enamorado del canto, no de dar el cante» y se sacó de la manga un golpe de efecto. Erigió en pleno patio del Claustro de San Isidoro una balanza: «Pondré en los dos platos sus argumentos y los nuestros, y los que más pesen ganarán». A un lado colocó unas esposas «que semejan la obligación que ustedes nos quieren imponer» y al otro lado otras rotas «que simbolizan la libertad del pueblo, que rompió sus ataduras incluso con los castellanos». Para escenificar la fe, en el brazo religioso colocó tres velas. Contra ella, la razón cobró cuerpo en forma de cubo de Rubik «que es la inteligencia». Y a los santos del extremo del Cabildo contrapuso los Reyes Leoneses. El equilibrio que hasta entonces reflejaba el fiel en el centro cedió a los efectos del cuarto argumento: «El poder de la Iglesia es la Biblia; el poder del pueblo es el Código Electoral». No explicó Chamorro que el ejemplar de las Sagradas Escrituras que usó pesaba apenas cien gramos y que el libro civil superaba el kilo. «La balanza ha hablado», dijo tras comprobar cómo se inclinaba del lado del Ayuntamiento a los gritos entre el público de «¡Trampa, trampa, trampa!».
«Ahora ya sé por qué organizan ustedes el Festival Internacional de Magia», repuso el representante del Cabildo. «No use las esposas, que en la Colegiata nunca han sido necesarias pero en el Ayuntamiento sí», insistió en medio de una ovación general acompasada a golpe de carcajada de la concurrencia.
Para el segundo golpe de efecto, Chamorro propuso una «batalla de cubos de Rubik» al representante eclesiástico. Adepto como es el vicealcalde a este juego, resolvió con su artilugio en un periquete ¡y sin dejar de hablar! mientras Teodomiro Martínez apenas acertó a empezar a mover el poliedro. No lo adivinó esta vez el público, pero también había trampa: el líder de UPL es un fanático del jueguecito de marras y se pasa horas y horas practicando aquello de poner cada cara del cubo de un mismo color.
Escándalo a la vista. «Voy a destapar un escándalo», advirtió el político leonesista. «Las obras de San Isidoro son en realidad una excusa para buscar la cuba de vino que nadie ha visto nunca y que ustedes, reconózcanlo, se han bebido en un exceso tras el cuál ahora no saben dónde la dejaron».
«Si aceptan ustedes que este foro es obligatorio, les permitiremos probar el vino», repuso el religioso, en un intercambio rápido de tesis.
«Si los ayuntamientos cambian cada cuatro años ¿por qué no se someten ustedes también a unas elecciones?», interpeló Chamorro. «Porque nos gusta ver pasar el cadáver de nuestro enemigo por delante de nuestra casa», replicó el director de la Coral. Antes el político había explicado en que consiste una campaña electoral: «Si tienes gafas te las quitan, si no las tienes te las ponen, tienes que ir a todas partes con una sonrisa forzada, dejar que cuelguen tu cara por la calle y hacer como que entiendes lo que te viene a contar la gente aunque no tengas ni repajolera idea». Curioso.
El resto es conocido. 0-0 y el año que viene, repetición de la jugada.