cATEGORÍA A
Las crónicas de reciclyn
Las mejores redacciones sobre medio ambiente llegaron a los primeros puestos de cada categoría tras la deliberación del jurado. Entre los cerca de mil textos recibidos durante la 19º edición del certamen, al final sólo nueve llegaro
É rase una vez un mundo en el que toda la gente reciclaba. Ese Planeta se llamaba Reciclyn. En él todos los restos reciclados hablaban. Esta es la hiostira de nuestros dos personajes en tetrabrik de leche, Don Brik y una botella de aceite de oliva, Doña Olea, que un día se encontraron y entre ellos surgió una gran amistad... Bueno mejor lo dejaremos para después porque si os lo cuento ya no sería una sorpresa. Nuestra historia comienza así, una noche en el planeta Reciclyn se divisó una sombra, pero no una sombra cualquiera, sino que nada menos que la sombra de un tetrabrik que andaba vagabundo. Se llamaba Don Brik. Buscaba a alguien que lo pudiera reciclar. Se lamentaba Don Brik. Buscaba a alguien que lo pudiera reciclar. Se lamentaba cada día porque sus deseos no se cumplían. Mientras, en una casa muy próxima por donde vagaba vivía una familiar poderosa. En su gran despensa había una enorme cantidad de alimentos. Entre todos ellos destacamos que había muchas botellas de aceite. Una de estas botellas había divisado al vagabundo Don Brik. Doña Olea era el nombre de esa boetlla. Doña Olea vivía muy bien en un lujoso armario-despensa y sabía, o al menos eso era lo que pensaba, que cuando se vaciase sería llevada cómoda y rápidamente a reciclar. Pero llegó el día en que Olea quedó vacía y sus dueños no la reciclaron. Al contrario, la empujaron a la calle y allí padeció un frío espantoso. En aquella misma noche Don Brik y Doña Olea se harían amigos. Se encontraron en la calle. Estaban solos y desprotegidos. Querían ser reciclados pero no había nadie que pudiera ayudarles. Entonces fue cuando de repente a Doña Olea se le ocurrió una magnífica idea que consistía en colarse nuevamente en la casa en el momento en el que los niños de
la familia salieran a tirar la b asura. Así lo hicieron aquella misma noche aprovechando la oscuridad. Ya dentro de la casa trataron de acercarse a los recipientes del reciclado de basura. Consiguieron llegar hasta los cubos de reciclado que la familia tenía en la cocina. Una vez allí el miembro más pequeño de la familia, Pablín, fue quien acabó depositándolos en el contenedor adecuado. Después sólo faltaba el último viaje: el traslado al Centro de Tratamiento de Residuos, para comenzar una nueva vida. Cargados en un camión de reciclado de basuras se llenaron de gran felicidad porque sabían que iban a dar la vida por defender lo que más querían: la naturaleza. Con esta acción de entrega iban a dar vida a otros nuevos envases. Gracias a su generosidad pequeños envases de cartón y de plásticos serían muy pronto fabricados. Esta maravillosa historia de amistad y de entrega puede hacernos pensar a todos que también reciclar es dar vida.