Diario de León

Félix Martínez-Burgos | jefe de la oficina económica y comercial de la embajada de españa en atenas y nicosia

«El caso griego es pavoroso, pero no tiene que ver con el español»

León

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Lleva años viviendo en diversos países al frente de las delegaciones comerciales españolas, pero cada Navidad y cada verano, rigurosamente, vuelve a su León. Nació en la calle del Cid y tiene el aroma del Barrio Romántico grabado en la memoria, el ambiente de la calle Matasiete, el renovado paseo por la peatonal calle Ancha,... Y los ríos trucheros de El Castillo, donde tiene una «casita de campo».

Félix Martínez-Burgos (León, 1951) recibe hoy el premio Leonés en el Extranjero que concede el Colegio de Economistas de León, un reconocimiento «entrañable que me emociona». Su puesto de consejero Económico y Comercial, jefe de la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Atenas y en Nicosia, es un balcón privilegiado desde el que analizar la dramática crisis que vive Grecia.

—Ha vivido en Londres, Dublín y México antes que en Atenas, y habrá vivido situaciones difíciles. ¿Alguna de este calibre?

—No, desde luego. He vivido situaciones complicadas, en México incluso estuve en cuarentena durante la gripe porcina y viví el secuestro de un compañero. Pero la situación griega es única, no tiene nada que ver con Irlanda y Portugal, desde luego nada que ver con España y otros países con los que se ha pretendido hacer un paralelismo. Grecia es un país de apenas 200 años que tiene un déficit público estructural: ingresa menos de lo que gasta. Siempre ha habido excesos, en el número de pagas de algunos funcionarios, pensiones excesivas, empleados municipales que no aparecen, jubilaciones tempranas en los sectores públicos,... Realmente hay mucho de donde cortar. Si a eso se une que hay pocos ciudadanos que pagan sus impuestos y que el estado no tiene poder para controlar estas situaciones, por ejemplo una evasión fiscal brutal, se produce un desequilibrio que lleva al país a la ruina. Ahora la Eurozona exige criterios de convergencia que Grecia está muy lejos de cumplir. Y está en un dilema: si aplica medidas estrictas de control de gasto público y recauda más, a parte de luchar contra la resistencia social provoca una recesión, porque son medidas que desincentivan la actividad económica. Y si no lo hace no va a recibir más ayudas públicas y no podrá pagar en pocos días los salarios públicos y las pensiones.

—Nos dibujan una Grecia más allá del borde del abismo. ¿Es una situación realmente distinta de la del resto de los países cuya capacidad económica se pone en duda?

—El caso griego tiene intereses muy importantes en juego, como el futuro de la propia Eurozona y del euro. La Troika examina a Grecia y le exige que haga sus deberes, que ponga en práctica las medidas de ajuste. Pero ¿puede, quiere o sabe hacerlo Grecia? Hace lo que puede, pero la situación es pavorosa. Tiene que elegir entre deprimir más la actividad económica o no cumplir las exigencias europeas, con no que no recibirá las ayudas y no podrá pagar los sueldos y pensiones. No es una situación comparable a las otras.

—¿Está la sociedad griega preparada para aceptar recortes dramáticos como los que se están anunciando?

—Hay mucho de donde quitar, pero están al límite. ¿Qué es más lógico, recortar pensiones o perseguir a quien no paga sus impuestos? Sólo que la primera medida es más rápida para recaudar. Lo último que se ha anunciado es un impuesto sobre los inmuebles que se recaudará a través del recibo de la luz. Pero los sindicatos ya han dicho que no piensan cortar la luz a nadie. La resistencia social y civil está muy marcada, y las protestas al orden del día.

—¿Comparte la opinión de que está también en crisis el modelo de la Unión Europea?

—Los griegos utilizan la palabra catarsis: el uso de la crisis para la renovación. Cuando se remansen las aguas la situación de equilibrio estable a que hayamos tenido que llegar no será la misma que la de partida. Hay muchos intereses involucrados en este tema, pero creo que a nadie le interesa que Grecia quiebre, aunque siempre cabe la posibilidad de una quiebra ordenada. La cuestión es saber si hay voluntad política para evitar que el país caiga.

—¿Cree que la situación griega puede llegar a producirse en España?

—No, para nada. No tiene nada que ver absolutamente.

—Pues a veces da la sensación de que se puede producir un contagio a otros países...

—Se contagia la crisis de deuda soberana porque hay especuladores y hay inversores en los mercados que aprovechan la mala noticia para meter un varapalo y que el país tenga que pagar más intereses, que van a esos inversores, por su deuda. Hay muchos intereses creados, pero España es un gran país, aunque está pasándolo mal. Ha tenido un modelo de crecimiento desequilibrado, con un componente de demanda en el que la construcción tenía demasiado peso, y cuando eso pincha se nota mucho. Pero quitando eso España tiene un tejido industrial muy serio, un tamaño y una solidez económica tremendamente serias, y no está tan mal en términos de finanzas públicas. Lo que pasa es que los mercados están aprovechando el momento de dificultades para sacar rentabilidad.

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